viernes, 8 de junio de 2007

La segunda fase

DE TODAS LAS COSAS que se dijeron en la asamblea que el postgrado en Comunicación Social de la Universidad Católica Andrés Bello sostuvo el miércoles, después de la marcha, me alegró el consenso que entre profesores y estudiantes surgió: que el movimiento estudiantil tiene que pasar a una segunda fase, que no se puede agotar en las acciones de calle y que deben recibir la mayor asistencia posible por parte de los profesores, pues lo que está en juego es nada más y nada menos que la construcción de un liderazgo de relevo para el país. Eso, siempre se ha dicho, es misión de las universidades, pero hoy parece que tener más sentido que nunca, sobre todo, si meditamos un poco en un hecho que aunque obvio, se nos olvida (nada raro es que lo obvio se olvide, por obvio) y es que más temprano que tarde los estudiantes se gradúan, por ende, dejan de ser estudiantes.

Fuera de la universidad y del movimiento estudiantil ¿qué camino seguir? Está la instancia gremial y sindical, está la participación política dentro de organizaciones, está la acción social a través de ONG’s, está el voluntariado, está la condición individual de ciudadano o está la conducción de empresas socialmente responsables. Dentro de la universidad y de cara al país, está el trabajo comunitario, el voluntariado enfocado en la elaboración de redes sociales, la participación Política (con P mayúscula) en la construcción de gobernabilidad democrática. Los estudiantes pueden hacer mucho, desde la bandera de la defensa de los derechos civiles y políticos, por llevar conocimiento a las comunidades, ayudarlas a organizarse en consejos comunales, promover iniciativas abandonadas por las misiones y el esquema clientelar de la revolución tales como la justicia de paz, las juntas de consumidores, la contraloría social, la planificación social participativa, el empoderamiento de comunidades, la protección social del niño y el adolescente, la planificación familiar, la comunicación para el desarrollo local. El movimiento puede llevar un mensaje de inclusión a todos aquellos que están en uno y otro bando, para buscar unos acuerdos mínimos de convivencia que desmonten el panorama de conflicto. Nosotros podemos ayudar a nuestros estudiantes respondiendo a sus preguntas, enfocando su motivación en el desarrollo de procesos de aprendizaje acelerado, significativo y cooperativo, fomentando el espíritu crítico y la capacidad analítica, haciéndoles ganar una experiencia que ellos puedan llevar y reproducir en las comunidades, enseñando a aprender. Nada diferente a lo que hacemos en el aula, pero más rápido y de forma más intensa.

Me imagino que la idea de los estudiantes es convertirse en líderes de cambio, desde una perspectiva de formación eminentemente ética. Si lo logran, en lo personal y en lo colectivo, el país ganará el relevo político que viene demandando desde hace tres generaciones. Pero este liderazgo no puede construirse desde posturas heroicas o providencialismos (que de eso hemos tenido bastante), sino en la cooperación, la inclusión, la solidaridad y el respeto. Toca a los jóvenes estudiantes ayudarle a un país que es poco democrático, aprender a ser democrático, propiciar el cambio cultural. Ya Fernando Mires lo dijo: son un catalizador, pero eso significa que no pueden hacerlo ellos solos, que hay que ayudarles y mucho y necesitan al país pensante para hacerlo.

Marchar está bien, protestar todas las veces que sea necesario, convocar la atención del mundo y expresar las ideas de modo claro, sencillo, para que no se quede nadie sin entender. Pero también construir espacios para el ejercicio de la libertad, para su defensa y reivindicación permanente, aprender haciendo y compartir el aprendizaje, ese es el modo para que haya una transformación real, un cambio en el proyecto de país.

La concreción de esto ni es fácil, ni es ya, eso hay que tenerlo claro. Quizás los estudiantes impulsores de este proceso que puede nacer con el regreso a las aulas y que por falta de un nombre mejor he dado en llamar “la segunda fase”, lo sostengan sólo mientras están en la universidad, pero eso es algo: podrán pasar una bandera a quienes los sucedan y apoyarlos desde posiciones más instaladas. Si quienes están en esas posiciones, hoy, hacen lo propio con los estudiantes de ahora, el proceso podría avanzarse más. Si las comunidades pobres del país entienden y gestionan el cambio cultural, el proceso puede acelerarse aun más.
La segunda fase ya comienza, es larga, pero después vendrá la tercera. Ojalá estemos allí para escribirla.

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