miércoles, 16 de abril de 2008

Yo decido

HACE MESES DE la anterior entrada. He esperado y vigilado hasta donde he podido las agendas del movimiento estudiantil y del país político en general, guardando respetuoso silencio ante la reconocida necesidad de sedimentar cosas, de afianzar procesos y consciente de que no es bueno combinar, en política, la percepción con la acción. Cometo entonces, mi primera imprudencia, pues voy a hablar desde la percepción.
El que casi cinco meses después del 2-D, los “ni-ni” pasen de ser la primera minoría a la mayoría de la opinión pública, que el gobierno pierda adeptos pero la oposición no los gane, lo que a mí me dice es que ni unos ni otros entendieron lo que pasó. Se puede argumentar que quienes se opusieron, por parte del oficialismo, lo hicieron para quitarse de en medio frente a un proyecto de país que no estaban dispuestos a acompañar y que el gobierno ahora intenta establecer de manera legal, ilegítima y forzosa, pero legal. Y que quienes se opusieron por parte de la oposición no se convencieron de la necesidad de participar en el espacio institucional, sino que siguen esperando la salida de fuerza que quite a los mandones de su puesto y nos coloque en quien-sabe-qué nueva aventura. En el caso de los abstencionistas pro oficialismo, puedo intuir una elección racional primero y un desencanto progresivo después, en el de los abstencionistas opositores más desencanto aun, porque quienes siempre los convocaron a la desobediencia civil, hoy están candidateándose a cargos para las elecciones del 23-N.
Los abstencionistas del lado del oficialismo le compraron al movimiento estudiantil la idea de romper la militancia, leyendo y analizando la reforma, tomando una decisión que intentaba conciliar sus intereses con los intereses comunes del país. Ellos ayudaron a gestar la leyenda, y el silencio del movimiento contribuyó a consolidar esta idea en algunos, pero en otros –quizás los más- a elevar el nivel de expectativas sobre un liderazgo que todavía está en formación, y a colocar a estos líderes en una disyuntiva de cara a la contingencia: ¿Cómo mantengo el movimiento estudiantil en su condición de “otro” discursivo, de referencia moral para partidos y gremios, dada su condición corporativa, su pertenencia a la Universidad? ¿O más bien me sumo a la campaña electoral del 23-N en función de la oportunidad que representa, de cambiar el mapa político del país?
Así, lo que percibo es que el movimiento dejó de hablarle a quienes consolidaron su triunfo. Atrapados por la contingencia, mordieron el anzuelo que el Ejecutivo les colocó, en el tema de las políticas de ingreso a la Universidad, no pudiendo argumentar que este asunto era una problema que tocaba reivindicaciones del sector, antes que uno de interés social (cosa que, por otra parte, no es del todo cierta). En otros ámbitos: descuidaron la discusión que amparada en el concepto de autonomía vincula las ideas de gobernabilidad democrática, formación ciudadana y desarrollo sustentable; han retrasado la divulgación de las discusiones del parlamento estudiantil, han descuidado la formación de redes comunicacionales y de gestión con las cuales articularse con las comunidades, previniendo el asistencialismo y contribuyendo al empoderamiento ciudadano, trabajando de manera bien cerrada con los consejos comunales. Ahora surge un nuevo tema y nuevas oportunidades con la reforma curricular nacional, pero el "yo decido" si bien es un estupendo concepto que apoya la autonomía de los ciudadanos, cuando salga del contexto del currículo, de cara a las elecciones, tropezará con la realpolitik, de una clase política –tanto oficialista como opositora- que en nombre de la contingencia y de la oportunidad de noviembre, vuelve a sacrificar el derecho que tienen los electores de participaren el diseño de las candidaturas unitarias, pero principalmente, el deber de la dirigencia de guiar, instruir, no sólo mandar exigiendo cumplimiento.
Tal vez el país les está exigiendo que den algo que ustedes no tienen, que enseñen a varias generaciones de sus mayores a ser democráticos, en un país que realmente no lo es, por falta de una sólida cultura democrática entre sus gentes. Pero es que de ese tamaño es el reto, y obviamente, ustedes no pueden solos, tienen que convocar al tercer país, al país de los abstencionistas, que es mayoría; Podemos lo ha intentado, pero –y esto dicho siempre desde la percepción- creo que hay un corto circuito entre su agenda política y las invocaciones místicas del Genera Baduel: corto circuito donde la racionalidad desluce.
Y para ser democráticos en este país levantisco, de gente igualada que en su llaneza exhibe con orgullo su poca comprensión de lo jerárquico, hay que tener ciudadanía, espacio público, República, y a ello pueden perfectamente consagrar sus esfuerzos, a ejercer un liderazgo del ejemplo, un liderazgo del saber compartido, que contribuya a crear ese espacio. El movimiento estudiantil puede no ser socialdemócrata, socialista, socialcristiano, populista, fascista o liberal, y más bien enfocarse a la reconstrucción de ese marco donde estas ideas son posibles, es decir: puede ser republicano, civilista, democrático y alineado con el proyecto histórico nacional de llegar a gestar su propia modernidad.
Ovario es periodista ciudadana y colaboradora frecuente en Noticiero Digital, a ella ya le debemos un importante registro de los acontecimientos políticos de estos últimos años. Esta, tomada en préstamo, acaso apunta hacia los días que vendrán (Tomada en préstamo de noticiero digital)