martes, 11 de diciembre de 2012

Días de vértigo


VIENEN DÍAS DE VÉRTIGO. El anuncio del Presidente de la recidiva de su enfermedad confirmó los rumores crecientes sobre el deterioro de su salud y pusieron una nueva perspectiva sobre la vida política del país, en lo que promete ser un primer trimestre 2013 preñado de furias.
Escribo esto cuando faltan 5 días para las elecciones de gobernadores del 16D. El anuncio presidencial las afectará, sin duda, pero aún no sabemos si a favor del oficialismo o por el contrario, como un segundo aire para una oposición paralizada por el rayo del 7-O. Me atrevería a decir que el resultado no es relevante, por ahora, aun cuando media docena de gobernaciones para la oposición y el mantener las posiciones políticas ganadas serían un resultado de más auspicioso, y un retroceso a 2 ó 3 gobernaciones serían exactamente eso: un retroceso en términos de juego político. Y digo que no es relevante porque la dinámica es mucho más compleja, ahora, y planteársela solo desde el punto de vista electoral es más o menos como si un ciego intentara describir un elefante tocando solo una de sus patas.
Hemos entrado en una nueva etapa de la transición: la que apunta ya a la posibilidad de un después sin Chávez. Hay profundas divisiones entre el chavismo civil y el militar. Hay escenarios de conflicto activados para una fecha clave, el 10 de enero y sus variantes, donde si el presidente no asume habría varias posibilidades:
  •  No asume el 10: se activa el mecanismo del Artículo 233 de la Constitución, y asume por 30 días el Presidente de la Asamblea Nacional, Diosdado Cabello o quien ocupe el cargo en su momento (no se descarta que no sea ratificado en la instalación del período de sesiones de la Asamblea, días antes del 10, ni se descarta que el período especial pudiera ser prorrogado como en el estado de excepción)
  • Asume el 10, designa Vicepresidente (Maduro) y luego renuncia (o abandona). El vicepresidente asume como presidente encargado por 30 días hasta que se hagan elecciones. Si es Maduro deberá separarse del cargo y dejar al vicepresidente designado en ejercicio.
  • Una posibilidad remota: la convocatoria a una Asamblea Constituyente para reformar la Carta Magna e introducir aspectos como el Estado comunal, con un nuevo ejercicio de democracia autoritaria en lo que podría verse como una huida hacia adelante.
  • Algunas posibilidades indeseables: un golpe de estado de alguna de las facciones del chavismo o un golpe de estado de algún sector aventurero vinculable a la oposición.
En cualquiera de los dos primeros escenarios, se abre un lapso para la preparación de elecciones presidenciales que brindan a la oposición la oportunidad de convertirse en una nueva mayoría política en el país, mayoría capaz de reconfigurar el escenario político nacional; asimismo en el caso hipotético de una Constituyente, no así en el caso de los golpes de estado, que en nuestra circunstancia presente representarían un auténtico baño de sangre para el país.
Hemos dicho una nueva mayoría y lo venimos planteando desde antes del 7-O, pero con más fuerza a partir de la realización del seminario La política venezolana y la construcción de mayorías más allá de lo electoral, realizado en la UCAB, el 13 y 14 de noviembre pasados. Basado en las comprensiones que pudimos obtener con la realización de este evento, quiero ofrecer mis conclusiones personales, de cara ahora a estos nuevos escenarios de transición.
1) La aparición del liderazgo de Hugo Chávez y el empleo de claves religiosas en su discurso, abrió un capítulo pernicioso en la política venezolana, el de la estetización de la política, cuyo referente más consagrado es el fascismo. Es sabido gracias a Umberto Eco y a Boaventura de Sousa Santos que el fascismo ya no es una forma de organización política sino una forma de orden social, cuya hegemonía está garantizada cuando no se considera a la democracia como un ethos sino como una mera forma de gobierno. Por ello, a este fascismo que consagra a un profeta, no se le debe oponer un fascismo que consagra un apóstol, porque con ello minamos la racionalidad de la política. No podemos oponerle a la precariedad ideológica del chavismo, en nombre de su pragmatismo populista, una tecnocracia de discurso religioso.
2) El imaginario político venezolano ya no solo se construye desde los medios de comunicación social sino desde las redes sociales, las cuales serán cada vez más eficaces para construir un ethos democrático en nuestra sociedad, en la medida en que las organizaciones políticas entiendan que no se trata de emplearlas como meras tecnologías, sino de comprender que, detrás de ellas, sus usuarios encabezan nuevas formas de organización social que demandan la reconversión de las propias organizaciones políticas en modelos modernos, distintos del partido de masas, ese que superpone la militancia a la deliberación.  No se trata de reverenciar la figura de la institución política, sino de volver a llenarla de significado, por lo cual, la presión que la sociedad les ejerce es para que cambien, no para que desaparezcan. El recurso de la polarización no puede argumentarse para todo, porque entonces se convierte en un chantaje.
3) La combinación de política electoral con política social pasa porque los partidos se entiendan con las Organizaciones de la Sociedad Civil, en la especificidad de cada quien. Se requiere de marcos de acción común, es decir: de un proyecto país debidamente inscrito en el Proyecto Nacional.
4) Por la misma catadura religiosa del discurso oficialista, por el pragmatismo populista, por la constitución de un capitalismo de estado, por la vocación corporativista, hegemónica y  por la consagración del caudillismo se puede decir que el Socialismo del Siglo XXI resulta un atavismo negador del proyecto histórico nacional, que debe avanzar hacia la democratización de la sociedad civil como vía para continuar la conformación de una modernidad propia. No se puede seguir aceptando que cuando se pregunte por el proyecto de país, la respuesta sea un programa de gobierno que se limite a describir las políticas públicas que se harán una vez que se disponga de la renta fiscal, cuando lo que habría que plantearse es cómo construir la solidaridad social de otro modo que no sea la redistribución de la renta petrolera, fórmula que fue ensayada desde el fascismo italiano hasta el nacionalismo desarrollista, pasando por el socialismo noruego, con diferentes grados de éxito. Como Virtuoso indica, aquí no hay debate ideológico serio desde el trienio adeco (1945-1948), y ya va siendo hora de esta discusión, para lo cual, las organizaciones políticas y las fuerzas vivas deberán destacar a sus mejores talentos, para avanzar en lo que Werner Corrales denomina una visión compartida de país, que puede resultar en un consenso social, el primero que tendríamos desde que somos República, con el cual tendría forma la voluntad general, y funcionaría como un marco para la voluntad de la mayoría.
El proceso de constitución de una nueva mayoría abre esta oportunidad, pero el escenario vertiginoso de la transición la impulsa, la acelera en términos de necesidad. ¿No es momento de actuar entonces, para capitalizar la lección del momento y avanzar hacia lo que es nuestro destino como patria? Con un marco amplio, pero a la vez consistente, creemos que sí es posible vencer la polarización, conjurando el fantasma de una guerra civil.