domingo, 11 de marzo de 2012

Algo estamos tramando

Mesa de educación en el EOS Venezuela (Foto del portal de Sinergia)
ALGUNOS AÑOS MÁS TARDE, quizás recordemos la semana del 5 al 10 de marzo de 2012 como la semana del futuro, por toda la carga de esperanza que representa lo que a lo largo de ella se dijo, en el Encuentro de Organizaciones Sociales que organizó la UCAB junto al Centro Gumilla, Fe y Alegría, Cesap, y Sinergia y que reunió más de 500 organizaciones sociales tanto en el campus de Montalbán como en las sedes regionales y por vía de las redes sociales.

En varias oportunidades le comenté al rector mi entusiasmo por la iniciativa, por lo que consideraba podía convertirse en el primer evento de la democracia deliberativa en Venezuela, y no se trata de algo dicho ex profeso, pues si bien una democracia deliberativa es participativa, lo que la distingue es la capacidad de discutir y ponerse de acuerdo –deliberar – para programar decisiones (elecciones) y acciones (políticas públicas). Se puede participar en una democracia y corporativizarla, se puede participar y privatizar el espacio público, pero no se puede deliberar eficazmente si no se tiene un ethos ciudadano. Podríamos poner más condiciones y decir que no se es ciudadano realmente sino en una república, que no hay repúblicas verdaderas más que las democráticas y que la democracia tiene un abanico de definiciones que pueden ir desde la democracia delegativa hasta la democracia directa pasando por supuesto, por la democracia liberal, ilustrada, burguesa, occidental, etc.

Pues bien, pese a que se pudiera decir que el dispositivo del evento privilegió la exposición de los expertos antes que la deliberación de las organizaciones, sí se puso en común el diagnóstico y una pequeña agenda que se aprecia en el documento de conclusiones, con lo cual hay un resultado que resulta en avance para lo que se aspira: que las organizaciones sociales incrementen su poder aumentando las convicciones de la gente, sumando voluntades a sus causas, para contribuir a la formulación de un consenso social que permita fortalecer la democracia. Es lo que entiendo, quiso decir Virtuoso cuando dijo: "ahora hay que tejer redes", por lo cual, veremos eventos de esta naturaleza más a menudo, en la geografía, en el ciberespacio o en ambos.

Es una gran oportunidad… Un consenso social. ¿Cuándo fue el último que tuvimos? ¿El Encuentro de la Sociedad Civil hace 20 años en la UCAB? ¿El acuerdo social contra la pobreza? Recuerdo que en la presentación del libro del Acuerdo Social para la Superación de la Pobreza (IIES-UCAB) dice: “El consenso social no surge de la tragedia, del evento extracotidiano que impacta las conciencias. El consenso social que necesita Venezuela hay que construirlo y nuestro aporte consiste en producir contenido que creemos puede ser compartido por vastos sectores del país”; no dice “producir contenido en forma compartida” y allí es donde creo que estuvo la falla de diseño de la convocatoria.

Pero mirando hacia atrás, no recuerdo un consenso social: ni siquiera el pacto de Punto Fijo, fundacional de la democracia representativa, era un consenso social, ni siquiera la declaración de independencia de 1811 nace de un consenso social. Puede ser que hubiera consensos sociales no tan amplios, cooptados por las organizaciones políticas, en el pasado, incluso podría decirse que hubo un consenso institucional ampliado en torno a la descentralización como parte de la reforma del estado, pero eso no es propiamente un consenso social. En mi opinión, un consenso social es una agregación de voluntades en torno a una idea-fuerza, capaz de impulsar a los individuos a organizarse y a modular todas las instancias, para la concreción de esta idea: el fin del Apartheid surafricano, la igual de derechos civiles y políticos para las minorías raciales en Estados Unidos, la Revolución de terciopelo o la primavera árabe, parecen ser ejemplos de lo que digo. Y es que no todas las revoluciones pueden ser impuestas por vanguardias esclarecidas, apelando al determinismo histórico, como en la Rusia de octubre de 1917 o en la Cuba de 1959: también las hay que nacen del consenso.

He venido pensando que en la formulación del proyecto nacional, estos años, de 1999 a la fecha, constituyen una inflexión, una prueba ácida para las instituciones de lo que Carrera Damas llama República Liberal Democrática (1958-1998), pero haciendo buena su teoría, yo sostengo que la fase siguiente de la construcción de la modernidad propia en Venezuela es la democratización de la sociedad civil. Con eso en mente comenté la ponencia de Raisa Uribarri en la mesa de comunicaciones para el cambio del EOS, dije:

a.    Hay que propiciar la democratización a lo interno del sector, al igual que en las relaciones con los otros sectores.  Practicar y promover la democracia deliberativa, la construcción de consensos, la sistematización de los aprendizajes sociales y el empoderamiento de actores.  Producir comunicaciones centradas más en las prácticas deliberativas, dialógicas que en los discursos, más en el proceso de construcción que en el acontecimiento, más en el proyecto enrumbado al futuro que en el presente que consagra un destino. Abandonar la retórica que aspira un interlocutor universal y construir un léxico común, que posibilite el sentido común. Para democratizar la sociedad civil venezolana por la vía de la democracia deliberativa, es bueno aprender de las “revoluciones autorreguladas”, y combinar partidos y movimientos. Las experiencias marcadoras de Solidaridad en Polonia, el ascenso del Partido Verde alemán, entre otras, son ilustrativas de la capacidad de transformación política de la combinación de organizaciones del sistema política con organizaciones de la sociedad civil, nucleadas en torno a proyectos con fuerte contenido ideológico, el cual se formula como eje aglutinante de la proyectividad política en el espacio público. Partidos y movimientos formulan ejes transversales para la democratización de la sociedad civil y para la formulación de consensos con sentido histórico, como el obtenido en el país en los períodos 1945-48, y 1958-1999, en torno a la idea de modernización. 

Sobre el alcance de la combinación partidos-movimientos, Cohen y Arato señalan: 
Primero, la yuxtaposición de la sociedad contra el Estado indica no sólo líneas de lucha sino también de desplazamiento respecto al objetivo de la democratización de todo el sistema social a la sociedad fuera de las instituciones estatales propiamente dichas. Así, aunque el concepto implica ciertamente un retroceso en las formas de penetración administrativas del Estado en varias dimensiones de la vida social, desde el principio tiene dentro de sí la idea de la autolimitación: no se desafiará el papel predominante del partido en la esfera del Estado (aunque ésta se esté reduciendo). Segundo, el concepto también indica que el agente o sujeto de la transformación debe ser una sociedad independiente o más bien, una sociedad que se autoorganiza y cuyo objetivo no es la revolución social sino una reforma estructural, obtenida como resultado de una presión organizada desde abajo. Estos dos aspectos se unen en el término “revolución autolimitada” acuñado por Jacek Kuron en el período del sindicato Solidaridad (Cohen y Arato, Sociedad civil y teoría política, 2000: 55.)
b.    En las agendas políticas de las organizaciones sociales, se debe hacer énfasis en la política transformativa antes que en la normativa, en la proyectividad que incorpora a la participación y en la capacidad de transformar inteligencia social en capital político, para luego entonces generar las alianzas que permitan incidir en las políticas públicas, generando proyectos desde y para la gente. Mucho de esto se puede hacer a título institucional, mucho también se puede hacer en redes de sujetos empoderados, para organizar una democracia que en el decir de Mangabeira acorte la distancia entre ciudadanos y profetas, así como la que hay entre aficionados y ciudadanos, pues:
La política democrática no es sólo una práctica entre muchas: es la contraparte, en la vida política, de la cooperación en pos de la innovación. Se convierte en la actividad que revela de una manera más plena y que destaca la manera más efectiva nuestro poder de comprometernos y de trascender, de un modo simultáneo, negándole al orden establecido la última palabra y reservándola para nosotros (Roberto Mangabeira, El despertar del individuo, 2009: 248)
¿Podemos construir un consenso social de cara al 07 de octubre? Quiero creer que sí: un consenso que nos enrumbe nuevamente como sociedad, que nos haga recuperarnos de tanta prodigalidad de tiempo y de dinero, de fuerzas y de vidas. Podemos comenzar dándole divulgación a este encuentro, podemos consolidar redes de deliberación y darles visibilidad en el espacio público. Podemos plantearnos que la cooptación no es una opción democrática, que hay que respetar las identidades y los proyectos, y fortalecerlas a lo interno de los bloques. Podemos articular una agenda consensuada de las organizaciones sociales, vinculándola con la agenda de las organizaciones políticas, para darle organicidad al cambio político, en la perspectiva de los comicios que vienen: las elecciones presidenciales, de gobernadores y consejos legislativos, y de alcaldes, concejales y juntas parroquiales, con todo lo cual se producirá una renovación casi completa de dos poderes públicos en todos los niveles del estado. Se requerirá un diálogo trascendente entre sociedad civil, sociedad política y actores económicos para que la construcción de este consenso abra las puertas que nos conducen al futuro. Apostamos a ello.

Había querido comentar también lo de Palabras para Venezuela, pero ya se me hace muy larga la nota. Recomiendo la que hizo mi querida amiga Elibeth Eduardo en su blog http://mujerdepalabra.blogspot.com/