viernes, 22 de mayo de 2009

De vuelta a la calle

HAY QUE CONTAR como un éxito democrático, en más de un sentido, la marcha universitaria del pasado miércoles. Primero por evidente: es más difícil reprimir con violencia una marcha numerosa que una menos nutrida, aunque pudiera argumentarse que la diferencia entre la marcha del 01 de mayo y la del 20 también pudiera obedecer a un cambio táctico, al corsi e ricorsi que este gobierno imprime a sus acciones para confundirse –digamos mejor, “camuflajearse”- entre las contradicciones de la opinión pública de aquí o del orbe. Segundo, por la dignidad mostrada: la decisión de improvisar un debate sobre el tema universitario, en condiciones desiguales hubiera resultado exitosa para el gobierno, si la rectora de la UCV, Cecilia García Arocha, no hubiera denunciado con firmeza la asimetría de la situación, por demás, evidente ante las cámaras, y declinado con elegancia un lance tan artero. Tercero por el grado de torpeza: los encapuchados que quemaron el autobús al lado de la FCU mientras se hacía la marcha, fueron fotografiados en grupo protestando la mañana de ese día, mientras el gran colectivo salía del rectorado de la central, y no tuvieron la previsión de cambiarse las ropas a la hora de armarse y encapucharse; no me extrañaría que a esta hora ya tengan abierto un expediente y listos para salir expulsados de la UCV por vandalismo, no porque su disidencia merezca ser castigada, sino por el deplorable argumento de la violencia, brutal e incivil como antaño lo esgrimieron sus patrones, en el mismo campus, bajo las mismas capuchas y con la misma aviesa torpeza de entonces. And last but not least, porque nuevamente, la universidad venezolana opone la auctoritas de la Academia a la razón de estado esgrimida por la facción de los mandones.


Mal le lució al ministro Acuña el gesto prepotente contra una dama que con méritos y sin estridencias ocupa dignamente la silla del doctor Vargas, en la Universidad; a él y a otros como él se les olvida que la Universidad es más vieja que esta República, pero principalmente obvian que el mensaje universitario es la aspiración del pueblo de superar la pobreza y sus esclavitudes, por la vía de la formación, del conocimiento y del espíritu de superación. Obvian que no son pocos los ciudadanos de a pie que se esfuerzan y se sacrifican para mandar a sus hijos a la universidad: año a año, la demanda de cupo en las universidades aumenta, en promedio, 9% y del total de la matrícula, 6% egresa en promedio cada año y con ello hablamos de cerca de 40 mil egresados anuales, 400 mil en la última década. Obvian, además, que 62% de la demanda universitaria posee un índice académico mayor o igual a 45 y menor a 60 y pertenece mayoritariamente a los niveles socioeconómicos C y D; 27% posee índice menor de 45, pertenece mayoritariamente al nivel E, y suele ser público de misiones educativas, y sólo 12% posee índice cercano a 60, que es máximo nivel, generalmente, pero no exclusivamente integrado por alumnos del nivel socioeconómico AB.


Además se les olvida –diríase que convenientemente- que cada estudiante universitario cuesta al fisco cerca de 24.000 Bolívares fuertes al año, alrededor de 2.000 BsF. al mes (con el presupuesto reconducido), que es más o menos lo que cuesta una carrera en una universidad privada, y que dadas las precariedades a las que el estado somete a las universidades autónomas (porque autonomía es mala palabra para los mandones), como lo es la reducción presupuestaria que nominalmente es de 6% pero que ajustada a la inflación resulta ser de 30%, cada día son más las familias que hacen esfuerzos sobrehumanos por pagar los estudios de los muchachos. ¿Por qué? Porque ellos son la promesa de un futuro que pueda liberarse de las contingencias y de la fatalidad del clientelismo como razón de estado; porque el progreso intelectual y material de los muchachos permite soñar con un país de ciudadanos, donde se concilie el interés particular con el bienestar común por la vía de la solidaridad entre iguales; una democracia liberal en vez de un socialismo, que es lo que viene sosteniendo Oscar Schemel -desde el 18 monitor sociopolítico de agosto 2007- será el resultado de este proceso que más que crisis política, es crisis de valores; una democracia justa que será posible cuando logremos construir un modelo de inclusión superior, aspiración del 70% de los venezolanos, según afirma en su última investigación presentada en el evento Perspectivas Sociales 2009, organizado por la Alianza Social Venamcham.


Resulta lógico pues, aunque sea inaceptable por parte de los ciudadanos republicanos, que los mandones consideren que las universidades –autónomas, privadas, incluso las experimentales- son una fábrica de “escuálidos”, ya que según ellos, es escuálido todo aquel que no sea chavista, cuestión de “tercios excluidos”. Que hay que cerrarlas, porque no se puede poner tanta esperanza en manos del pueblo y para ello apelan a lo más pedestre de su repertorio: la descalificación, el insulto y el forjamiento propagandístico, como Goebbels lo enseñó en su oportunidad.


Para que un Demos se consagre en rebelión –y eso lo aprendimos con la rebelión de Nika, a la cual dedicamos una entrada en este mismo blog- es necesario que haya solidaridad primero. La violencia es una opción, es verdad, pero es la peor opción, la que niega el diálogo y con él la posibilidad de hacer política. Dependerá de la calidad del liderazgo que se abran las compuertas del debate y no tengo duda alguna de que la universidad venezolana aceptará cumplir su destino histórico convocando al país para encontrar una salida para todos.


Los datos estadísticos del sector universitario que se ofrecen en esta entrada son cálculos propios a partir de estadísticas oficiales, tales como la Ley de Presupuesto 2009, o el boletín estadístico de la OPSU. Se invita a todos los estudiantes universitarios –tirios y troyanos- a conocerlos, para argumentar con propiedad, desde ellos. La foto aunque de baja resolución, algo muestra de las dimensiones de la marcha, fue tomada en préstamo de noticiero digital

lunes, 18 de mayo de 2009

Adios don Mario


EN EL BAR, arrellanado y lujurioso de El lado oscuro del Corazón, don Mario Benedetti nos miró a todos quienes lo vimos desde este lado del celuloide, guiñándonos el ojo cómplice de su poesía.

Se fue a los 88, después de acompañarnos por décadas, de ayudarnos a decir esas cosas que a veces nos cuestan, con esa, su palabra, que nada me cuesta reconocer como amorosa.

Vive ahora la inmortalidad del recuerdo, algo atemperada su nostalgia, claro está; pero vivo, despierto.

Rescato éste, al cual Serrat pusiera música en
El sur también existe, junto a aquella "mujer desnuda y en lo oscuro" tan deleitable, tan poderosa, que "desbarata por una vez la muerte".

Chao Don Mario, nos veremos en el envés de tus poemas. Ya te sabrán mis hijas de memoria.

Defensa de la alegría

Defender la alegría como una trinchera
defenderla del escándalo y la rutina
de la miseria y los miserables
de las ausencias transitorias
y las definitivas

defender la alegría como un principio
defenderla del pasmo y las pesadillas
de los neutrales y de los neutrones
de las dulces infamias
y los graves diagnósticos

defender la alegría como una bandera
defenderla del rayo y la melancolía
de los ingenuos y de los canallas
de la retórica y los paros cardiacos
de las endemias y las academias

defender la alegría como un destino
defenderla del fuego y de los bomberos
de los suicidas y los homicidas
de las vacaciones y del agobio
de la obligación de estar alegres

defender la alegría como una certeza
defenderla del óxido y la roña
de la famosa pátina del tiempo
del relente y del oportunismo
de los proxenetas de la risa

defender la alegría como un derecho
defenderla de dios y del invierno
de las mayúsculas y de la muerte
de los apellidos y las lástimas
del azar
y también de la alegría.