Aquí, con la franela e la campaña del Ipys, impertinente (impenitente) |
NO QUERÍA QUE terminara este 27
de junio, día del periodista, sin dedicar unas palabras a mis colegas, y a mis ahijados
de la Promo 55 de periodismo de la UCAB, que más pronto que tarde, también lo
serán.
Hoy ha sido un día de grandes
palabras, de épicas invocaciones, de buenos propósitos y de aliento para
nuestro gremio. A la monserga y a la cursilería las perdonaremos porque son
cuestión de estilo, y porque algo de verdad, ambas encierran. Pero aquí entre
nos, no la tenemos fácil. Nunca como ahora en este país había sido tan difícil contar,
decir, con toda la propiedad del verbo; nunca como ahora había sido más
necesario dar a conocer y nunca como ahora había sido tan vital reinventar el
periodismo, tanto como reconstruir el país.
Ya ustedes saben, porque yo se
los he dicho largamente, que en nuestra condición de intelectuales públicos,
somos constructores de sentido común (nota
mental: hacer caso omiso de la frase de Oscar Wilde de que el sentido común es
el menos común de los sentidos, el irlandés era un estupendo ironista y la legalización
del matrimonio gay en la puritana “colonia” americana debe haberlo reivindicado
en su memoria y en su genialidad); que nuestro oficio asume como propios los
compromisos de la modernidad porque contribuyó a gestarla, tanto en los diarios
de opinión de los tories de la
república puritana inglesa, como en los
pasquines de la Francia jacobina, o en los digestos de la guerra de
independencia, en donde habremos de incluir al Correo del Orinoco (segunda nota mental: cuando nos toque
reinventar el periodismo, ¿podríamos mudar la fecha, para desligarla del fetichismo
bolivariano? Gracias, que Dios y la patria os lo premien…); y que por
tanto, no hay oficio más político que este. Que en nuestro imaginario cohabitan
el detective y el espía con el psicólogo, el antropólogo, el controlador de
tráfico aéreo y el traductor simultáneo; que vivimos para buscarle las cinco
patas al gato (tercera nota mental: ¡Cómo
José Vicente Rangel desperdició en los ‘90 un título tan bueno para una columna,
como ese!) y se las encontramos, por eso no hay poder, ni de Estado ni
fáctico, ni aquí ni en ninguna otra parte, que esté dispuesto a tolerarnos si
no nos sometemos a sus dictados. Y ocurre como con algunas especies, que no
somos domesticables del todo.
Yo espero grandes cosas del
periodismo venezolano. Espero que tenga sabiduría y coraje para que logre
refundarse más allá de esta crisis, como espero que el país salga de este
atolladero histórico. Espero que las apuestas por el periodismo de
investigación en formato digital se consoliden y prosperen y animen a cambiar a
aquellos sectores que aun sopesan los costos y los beneficios de preservar un
statu quo. Espero que el periodismo ayude a construir una cultura de
participación y de deliberación pública, divulgando buenas prácticas y
denunciando las deplorables. Espero que el periodismo acompañe la formación de
los nuevos liderazgos y de las nuevas organizaciones políticas que sustituirán
a todo este orden, como hoy lo denuncian sometiéndose a la censura, al
irrespeto, al escarnio, cuando no a la infamante pena del extrañamiento, que no
otra cosa es esta diáspora: el destierro, disimulado, pero no por ello menos
cruel… (Cuarta nota mental: Elizabeth
Fuentes debe haberse vuelto loca, si ella se declaraba huérfana de hijos cuando
se fueron al exterior como parte de la diáspora, ejerciendo su derecho a decir,
cómo se le ocurre proponer la autocensura en beneficio de un bando, así sea el
propio. Se sabe que “las opiniones son como los traseros: todo el mundo tiene
uno”, pero, ¿cómo acepta uno algo así?) Y
espero de ustedes, queridos alumnos, próximos colegas, que hagan lo que esté a
su alcance para hacer gremio, para reconstruir nuestra comunidad profesional,
para fortalecer las sociedades intermedias y reestablecer las autonomías
democráticas.
Y finalmente, en respuesta a la
pregunta de si hay algo que celebrar hoy, día del periodista, dado el estado
lamentable en nos encontramos, pues yo
diría que celebro mi decisión de vida, el encontrar una vocación y el haber
conocido a gente amiga, tan entrañable, en las redacciones y en las aulas. Celebro
que hay futuro para este oficio y lo seguirá habiendo mientras haya gente
dispuesta a asumir sus compromisos, y en lo que a mi concierne, de eso, doy fe
de padrino.
Con mi abrazo cariñoso,
Cardelf
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