Pedro León Zapata (1929-2015) Foto tomada de http://yoyopress.com) |
HACE VEINTE AÑOS (1995), por esta fecha, comenzaba yo como
coordinador de las páginas culturales de El Universal; Sofía me había
contratado guiada por una entrevista de trabajo y como era de esperarse, estaba
en período de prueba. Una de las primeras entrevistas que hice en ese espacio
era, justamente, a Pedro León Zapata, por los 30 años de su caricatura diaria,
los zapatazos de El Nacional; no fue una gran entrevista, de hecho sé que pude
haberlo aprovechado más (eso me hizo saber la exigente Sofía), pero a partir de
allí comenzó una relación, que no dudo en considerar, era amistad.
Las páginas no estaban en la redacción de El Universal, sino
en una oficina cerca del Museo, de allí que estábamos próximos a este. Zapata
dictaba talleres, daba visitas guiadas y desarrollaba proyectos en el Museo,
aun en plenitud de sus capacidades creativas.
Ese mismo año, pero en diciembre, Venezuela fue el país
invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y de aquí
viajó una delegación. Yo fui a cubrir. Nos alojaron en el Hotel de Mendoza, un
antiguo convento cerca del Teatro degollado, en el casco histórico. Una mañana
después del desayuno, Zapata nos invitó a acompañarlo al Hospicio Cabañas, a
ver los frescos que José Clemente Orozco, el célebre muralista, había pintado
entre 1937 y 1939. Zapata, quien había estudiado en México con David AlfaroSiqueiros, conocía bien esta obra, y la explicó con maestría. Mientras lo
escuchaba descubrí, para mí mismo, algo en lo cual quizás haya coincidencia con
la opinión de algún crítico: que el estilo pictórico de Zapata, pero principalmente
sus dibujos, son una síntesis personal del muralismo y del expresionismo que
hay en él, con el cual, el artista se construyó un discurso plástico hecho por
y para la civilidad venezolana: para combinar ironía y sentido común.
Aquella vez comprendí que la simpatía que Zapata me producía
era movida por una mezcla de genialidad y bondad que me lo presentaban como un
intelectual público que apostaba en su expresión artística –bien como pintor,
como caricaturista o como humorista- a desarrollar una pedagogía cívica hecha
desde el goce estético. Claro, a esta idea no llegué de inmediato, pero ese día
me dije “Zapata es un genio” y pasé a formar parte del bando de sus
admiradores.
Hoy me dolió su muerte.
Hoy sentí que el pasado se nos está borrando, y que el
futuro se nos pone cada día más lejano de este presente donde las horas no son
oportunas, sino que se pierden, una tras otra, alineadas en las colas, las
prohibidas colas.
Hoy reparé en que se me han muerto amigos y maestros,
personas de las cuales fui devoto y gente a quien admiré.
Hoy sentí que entre los que se han muerto, los que se han
ido y los que simplemente no están, nos estamos quedando solos en una soledad
de espaldas, en un país de miedo.
Hoy sentí angustia por los más jóvenes. Hoy comprendí
plenamente a los padres que prefieren voluntariamente estar huérfanos de sus
hijos, confiados en que ellos están más cerca del futuro y por tanto, pueden
llegar más rápido a él, dondequiera que esté.
La ida de Zapata me puso frente a frente con las cosas que
creo y por las que hago lo que hago. Y me regresó a una idea que expuse comenzando
el año, a mis alumnos: “yo creo que vamos a tener una gran año, porque no tengo
ninguna razón para creerlo; si tuviera una lo sabría, no lo creería, porque la fe
no es más que un ejercicio de la voluntad, un me-da-la-gana sistemático”.
Siempre he pensado que ser optimista es mucho más difícil
que ser pesimista, porque al segundo siempre lo asiste la razón. Y ojo: ser
optimista no significa ser conformista, son dos cosas muy distintas.
Y es muy posible que el problema de las cosas que no vemos sea
que intentamos verlas desde lo que sabemos. Por eso, porque quiero saber, tengo
curiosidad por las cosas nuevas y trato de mantenerme en permanente apertura,
negado a avanzar hacia el futuro viendo por el espejo retrovisor, tratando de
no contagiarme de ninguna nostalgia.
Pero a Zapata lo voy a extrañar, por lo menos hasta que
pueda verlo nuevamente, refundido en el talento de aquellos que puedan
heredarlo, en aquellos que comprendan su legado.
Viva Zapata!
@cardelf
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