EL ACTO DE GRADO de la promoción 55 de Periodismo y Publicidad de la Escuela de Comunicación Social de la UCAB fue ayer, 19 de noviembre. Este servidor tuvo la inmensa honra de apadrinar una nueva cohorte de periodistas y de dirigir unas palabras en el acto, que ahora publico para que quede constancia. Tengo mucho que agradecerle a Dios y a mucha gente, por este momento, quien sabe por qué, simplemente, mande un abrazo mental. Chicos de la 55, para ustedes fue este discurso. Chicos de la 57, a prepararnos!
Queridos colegas comunicadores sociales, periodistas y
publicistas:
Hoy es el día de celebrar
un logro: el final de un largo ciclo y el comienzo de otro, aun más grande, que
alcanzará hasta donde los lleve la vida. A partir de esta, su graduación, somos
colegas en el modo de profesar, ustedes como profesionales y yo, también, como
profesor, como uno de ustedes que volvió su rostro para ver en los suyos el
milagroso despertar de la conciencia.
Ya ustedes saben, porque
les he dicho largamente, que en nuestra condición de intelectuales públicos,
somos constructores de sentido común y por ende, constructores de democracia,
entendida esta a la manera como la entendía Hannah Arendt, como gobierno del
sentido común. Saben además que nuestro oficio asume como propios los
compromisos de la modernidad porque contribuyó a gestarla, tanto con el
periodismo creador de polis, como con la publicidad, vital para el ejercicio
económico. Intuyen que en nuestro imaginario cohabitan el detective y el espía
con el psicólogo, el antropólogo, el controlador de tráfico aéreo y el
traductor simultáneo; que vivimos para buscarle las cinco patas al gato y se
las encontramos, por eso no hay poder, ni de Estado ni fáctico, ni aquí ni en
ninguna otra parte, que esté dispuesto a tolerarnos si no nos sometemos a sus
dictados. Y ocurre como con algunas especies, que no somos domesticables del
todo. (Y aquí cabe una nota mental: falta
saber qué clase de animal será cada quien, y quiera Dios que entre nosotros no
abunden los lobos con piel de cordero)
Ahora nos toca saber, cómo construir sentido común en tiempos
de guerra.
Hace poco más de un mes,
el padre rector en su lectio brevis
de este año académico caracterizó en forma elocuente eso que Francisco, el
papa, llama “una tercera guerra mundial por etapas”, que ahora, a partir de los
ataques a París, adquiere forma de acontecimiento y al hacerlo oscurece los
conflictos de casi toda África, los duelos cotidianos con el narcotráfico y la
corrupción en toda la región latinoamericana, que quedarán enmarcados en la
cruel dinámica de la polarización “en la cual, dice Virtuoso,
“las opciones intermedias quedan descartadas y son denunciadas por cada bando,
acusadas de ser formas encubiertas del bando contrario”.
El
rector señala, además, nuestro caso en estos términos (cito)
Lamentablemente Venezuela no
escapa de la lógica de la violencia que caracteriza al mundo de hoy. Vivimos
una guerra sin cuartel que se libra día a día en nuestra cotidianidad. El
número de muertes que la violencia social y policial genera anualmente en el
país se compara fácilmente con el saldo que dejan los más significativos
conflictos bélicos del mundo. En Venezuela, desgraciadamente la vida no vale
nada. Vivimos igualmente una guerra ideológica sin sentido, impuesta por
quienes detentan el poder político. Una minoría intenta imponer un modelo de
sociedad que más del 80% de los venezolanos rechazamos. Vivimos una guerra
contra los más elementales principios de la convivencia democrática. Las
consecuencias están la vista: inflación, desabastecimiento, hambre, la
migración de nuestros mejores recursos, incertidumbre. Una guerra en donde la
razón de la fuerza es sólo el sostén de este desorden nacional. Somos víctimas
de la incapacidad de los organismos internacionales para hacer valer sus
propios veredictos sobre la realidad que vivimos, somos un pueblo que sufre el
diletantismo de la comunidad internacional sobre el carácter absoluto de los
principios democráticos y de la dignidad humana representada en la exigibilidad
de los derechos humanos (fin de la cita)
Ahora,
la guerra de adentro y la de afuera ocultan su rostro tras el de Sven Alejandro
Silva, venezolano, fallecido en Paris, en el ataque terrorista del Estado
Islámico al teatro Le Bataclan. Sven era
de San Antonio de los Altos, seguramente lo vi crecer en el pueblo. Me
solidarizo plenamente con el dolor de sus padres, pero lo muestro en esta hora
de celebración, para que entendamos por qué necesitamos reconstruir el sentido
común, si es que queremos que prevalezca la vida.
No
será fácil ni será labor de un día, puede ser la obra de toda una vida, pero yo
les aseguro que vale la pena, pues para que prevalezca la vida, hay que construirle
un futuro. De cara a ese futuro resuenan las palabras del Papa Francisco en su
encuentro con la juventud durante su viaje apostólico a Cuba. Decía el Papa (y
cito):
Los jóvenes son la esperanza de un pueblo, eso lo oímos en todos lados, pero ¿Qué es la esperanza? ¿Es ser optimista? ¡No! Optimismo es un estado de ánimo. Mañana te levantas con dolor de hígado y no eres optimista, ves todo negro. O sea, la esperanza es algo más, la esperanza es sufrida, la esperanza sabe sufrir para llevar adelante un proyecto, sabe sacrificarse ¿Tú eres capaz de sacrificarte por un futuro? ¿O solamente quieres vivir el presente y que se arreglen los que vengan? (Fin de la cita)
Los jóvenes son la esperanza de un pueblo, eso lo oímos en todos lados, pero ¿Qué es la esperanza? ¿Es ser optimista? ¡No! Optimismo es un estado de ánimo. Mañana te levantas con dolor de hígado y no eres optimista, ves todo negro. O sea, la esperanza es algo más, la esperanza es sufrida, la esperanza sabe sufrir para llevar adelante un proyecto, sabe sacrificarse ¿Tú eres capaz de sacrificarte por un futuro? ¿O solamente quieres vivir el presente y que se arreglen los que vengan? (Fin de la cita)
Hoy ustedes representan a
la comunicación social venezolana, vista desde el periodismo y la publicidad.
De ambos espero yo grandes cosas. Del periodismo espero que tenga sabiduría y
coraje para que logre refundarse más allá de esta crisis, como espero que el
país salga de este atolladero histórico. Espero que las apuestas por el
periodismo de investigación en formato digital se consoliden y prosperen y
animen a cambiar a aquellos sectores que aun sopesan los costos y los
beneficios de preservar un statu quo. Espero que el periodismo ayude a
construir una cultura de participación y de deliberación pública, divulgando
buenas prácticas y denunciando las deplorables, incluso si estas vienen del
medio donde se trabaja. Espero que el periodismo acompañe la formación de los
nuevos liderazgos y de las nuevas organizaciones políticas que sustituirán a
todo este orden. Y espero de ustedes, queridos colegas, que hagan lo que esté a
su alcance para hacer gremio, para reconstruir nuestra comunidad profesional de
constructores de sentido común, para fortalecer las sociedades intermedias y
restablecer las autonomías democráticas.
Y en esa misma línea
espero de la publicidad mucho más que su mero aggiornamiento: que haga buena
comprensión de la premisa numero uno del Manifiesto Cluetrain de que “los
mercados son conversaciones” y por tanto, se miden por la escala humana. Que
apoye con su experiencia y técnicas a los nuevos emprendimientos digitales, a
la economía del conocimiento, a la inteligencia colectiva y a su capacidad de
transformar la vida tanto pública como privada. Que promueva el cambio
civilizatorio que apunta Francisco en su encíclica Laudato Si’ contribuyendo a
desterrar la cultura del desecho, a reconciliarnos con la naturaleza y a comprender
que el sentido común es un bien común, que se gana cuando la vida de cada quien
dialoga desde su sentido propio.
Y porque tanto espero,
ruego al buen Dios nos conceda vida en abundancia, para ver cómo florecen las
conciencias que ahora se abren para este largo viaje, tan bien descrito por
Constantino Kavafis en su memorable poema, ÍTACA,
con cuya lectura yo los dejo:
CUANDO EMPRENDAS EL VIAJE
HACIA ÍTACA, ruega que sea largo el camino, lleno de aventuras lleno de
experiencias. A los Lestrigones, a los Cíclopes o al fiero Poseidón, nunca
temas. No encontrarás tales seres en el camino si se mantiene elevado tu
pensamiento y es exquisita la emoción que te toca el espíritu y el cuerpo. Ni a
los Lestrigones, ni a los Cíclopes, ni al fiero Poseidón has de encontrar, si
no los llevas dentro de tu corazón, si no los pone ante ti tu corazón.
Ruega que sea largo el
camino. Que muchas sean las mañanas de verano en que —¡con qué placer, con qué
alegría!— entres en puertos antes nunca vistos. Detente en los mercados
fenicios para comprar finas mercancías, madreperla y coral, ámbar y ébano y
voluptuosos perfumes de todo tipo, tantos perfumes voluptuosos como puedas. Ve
a muchas ciudades egipcias para que aprendas y aprendas de los sabios.
Siempre en la mente has de
tener a ÍTACA. Llegar allá es tu destino. Pero no apresures el viaje. Es mejor
que dure muchos años y que ya viejo llegues a la isla, rico de todo lo que
hayas ganado en el camino, sin esperar que Ítaca te dé riquezas.
ÍTACA te ha dado el bello
viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. No tiene otras cosas que darte
ya. Y si la encuentras pobre, ÍTACA no te ha engañado. Sabio como te has
vuelto, con tantas experiencias, habrás comprendido lo que significan las
Ítacas.
Que Dios los bendiga.
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