SUELO RECORDAR ESTA FECHA tradicionalmente, como testimonio de que me siento orgulloso de mi
oficio. Hace cuatro años escribía -y viene a cuento, por la campaña del Colegio
Nacional de Periodistas, de este annus horribilis: “Siempre digo, en
tono más bien jovial, que Clark Kent es mi superhéroe favorito: imaginen por un
momento los esfuerzos que este correcto señor tiene que hacer para mantener a
buen resguardo al voluntarioso superhombre (¿übermensch? ¿Es correcto en
alemán?); y así poder ejercer con dignidad su oficio, el de saber para hacer
saber, para dar qué pensar y para poder ayudar a decidir a cada quien, de tal
modo que los intereses particulares se armonicen en el interés común.”
Sigo creyendo que
el joven Clark es el verdadero héroe: el tipo empático pero valiente, que
decide consagrar sus mejores esfuerzos a buscar la verdad, decirla y defender
el derecho que todos tienen a saberla; el tipo responsable, atento a los detalles,
que dedica lo mejor de su ciencia a construir sentido común; el intelectual
público que confronta al poder en nombre de ciudadanos como él, para garantizar
la igualdad de todos ante la ley, principio fundamental de la democracia doquiera
se practique.
Al joven Clark le
toca vérselas con villanos más complejos que los que su superhombre interior
suele confrontar; podemos verlo romper lanzas contra corporaciones delictivas
de escala global, contra burócratas incrustados en la administración pública en
el nivel nacional o multilateral, contra jueces que prevarican la justicia,
contra militares que no defienden la soberanía del estado nacional, contra
lobbies y claques que imponen la dominación, la censura, mermando a las gentes
su poder. También podemos verlo revelando lo que pasa, contrastando las
versiones, dando puntos de vista para considerar los hechos y que cada quien
saque sus conclusiones; a veces los sentimientos le hacen jugarretas y entonces
se indigna, se entristece o se frustra; a veces deja de apostar por la big
picture y se empecina con su versión, pero no podemos enojarnos con él, porque
salvo que lo esté haciendo en favor del lobby y para el aplauso de la claque
(en cuyo caso no estaría haciendo periodismo sino propaganda), allí Superman gana la partida, pero Superman puede ser Bizarro, Clark no.
Cuando Clark
madura, tiene experiencia y conocimiento qué compartir con los más jóvenes,
entonces cae en cuenta que el periodismo es una forma de pensar y que sirve
para mucho, pues las cuatro cosas que aprendió a hacer muy bien: leer, escribir (u operar un lenguaje) hacer preguntas y pensar, ayudan a sacar adelante
proyectos de diferente naturaleza; que un proyecto responde a dos preguntas básicas:
qué y cómo, mientras que una noticia responde cinco y es una suerte de recurso
mnemotécnico que permite hacer comprensiones aceleradas de los hechos, sus
actores y su contexto; comprensiones que se enriquecen con el manejo de los
sesgos cognitivos. Para esa época, Clark ya ha desarrollado un superpoder
propio: la capacidad de saber cómo piensa la gente, de anticiparse, de jugar magistralmente
ajedrez, boxeo de sombras, incluso dominó…
Por eso, los socialismos
burocráticos en modo dictadura del proletariado, las tecnocracias
nacionalistas, los fundamentalismos religiosos, los populismos, los
supremacismos de cualquier pelambre, los conservadurismos rancios, los racismos
incultos… Todas las formas de la exclusión que hacen vida en las poliarquías eficientes
tienen a Clark en la mira, en listas de indeseables, candidato a ser Winston Smith
en el enojo del Ministerio de la Verdad, en Oceanía. Clark lo sabe, por eso
tiene que ser inteligente y saber moverse dentro y fuera de lo políticamente
correcto, porque el sentido común lo puede haber malo, hecho de propaganda, de
posverdad, de escándalos, de prejuicios y estereotipos, de fake news dedicadas,
publicadas en redes sociales o medios masivos; o bueno, hecho de argumentos,
buenas historias, contextos informados e ironías que cuestionan el léxico de la
tribu, para evitar que éste (el sentido común) se nos vuelva pensamiento único.
A Clark, en estos
tiempos de pandemia y de profunda crisis, le toca reinventarse y reinventar el
mundo, pero no lo hará solo: conectará con muchos que, como él, están superando
las tragedias de sus propios superhéroes y están bien dispuestos a solidarizarse,
a confiar, a avanzar.
(Dedicado a mis
queridos alumnos de TFC periodismo, los jóvenes Clark,
en el día en que rompo silencio)