jueves, 30 de mayo de 2013

Lecciones aprendidas (y por aprender)


GENERAR EXPECTATIVAS en la política del escándalo puede llegar a ser muy perjudicial, incluso para quien la pone en marcha. Se puede suponer que la divulgación del audio de la conversación de Mario Silva con un funcionario de inteligencia cubana es una carga de profundidad que aumenta el sentimiento de decepción de las bases chavistas y procura movilizar la base de apoyo del gobierno hacia la oposición (cosa que puede estar pasando, si se aprecia la tendencia que muestran desde abril 2013 encuestas hechas por Datanalisis, IVAD y ahora Datincorp), sabiendo que en la polarización, en la medida en que los medios de comunicación toman partido se convierten en aparatos de propaganda que refuerzan la misma polarización, en la búsqueda de la supremacía de uno u otro bando. Se puede considerar que la venta y posterior cambio de línea informativa de Globovisión es un episodio más, y representa para la oposición –entendida como bando enfrentado en esta guerra vicaria- la pérdida de un espacio para la galvanización del sentimiento opositor, y que otro tanto le pasa a VTV, con la desaparición de La Hojilla y su sustitución por Los papeles de mandinga.
"La política del escándalo es inseparable de la política mediática (…) Esto se debe fundamentalmente a que la política mediática se organiza alrededor de la personalización de la política. La práctica de la política del escándalo supone el grado más alto de la estrategia de inducir un efecto de afecto negativo. Puesto que la política mediática es la política de la Era de la Información, la política del escándalo es el instrumento elegido para dirimir las batallas políticas de nuestro tiempo. Pero ¿realmente son los escándalos tan eficaces como querrían sus promotores? Las pruebas no son concluyentes si por eficacia entendemos la derrota de un líder político, un partido o un gobierno". (Manuel Castells, Comunicación y Poder. 2009. P. 331-332)
Sin embargo, cuando se ponen las cosas en la perspectiva de la hegemonía comunicacional, dado que el aparato propagandístico del gobierno es más poderoso, se advertiría como necesaria una serie continuada de escándalos para provocar la nausea y posterior deslave en la base del chavismo, pero también resultaría indispensable estimar que la respuesta del gobierno será atacar el aparato comunicacional de la oposición, para mermar el efecto de los escándalos en sus propias filas. Mirar un poco la ruta de los eventos ayuda a apreciar la velocidad que llevan y posiblemente los riesgos que la carrera entraña:

  1. La elección presidencial del 14-A y la posterior solicitud de impugnación por parte de la oposición.
  2. La denuncia del gobierno de los ataques opositores a los CDI y el desmentido de Provea (que le valió que los llamaran "retaguardia del fascismo" ¡¡¡!!!)
  3. Los cambios en el gabinete de Maduro, que reflejan la “integración” no de dos, sino de tres bandos: el Frente Francisco de Miranda afiliado a Cuba; la “derecha endógena” representada por Diosdado Cabello; y los tecnócratas representados por Arreaza. Estos tecnócratas habrían sido los que plantearon a Maduro la necesidad de establecer alianzas con el empresariado para poder remontar la recesión.
  4. Los viajes de Maduro buscando apoyo institucional.
  5. La emboscada y ataque a los diputados de la oposición.
  6. La reunión con Lorenzo Mendoza.
  7. El debate interno dentro del chavismo, donde los radicales reclaman la “traición” a la revolución, por el pacto con la burguesía.
  8. Se divulga el audio de la grabación de Mario Silva. Coincidentemente, ese mismo día se instala la nueva junta directiva de Globovisión.
  9. El gobierno anuncia la recuperación de un misil de fabricación francesa, con el apoyo técnico de Cuba, desde un acto realizado en La Orchila.
  10. El TSJ rechaza uno de los recursos de impugnación, y niega la recusación de dos magistrados.
  11. Líderes opositores recorren la Región buscando apoyo institucional a la denuncia del supuesto fraude electoral y a la impugnación de la elección presidencial del 14-A.
  12. La recesión se agudiza con desabastecimiento, retrasos en la entrega de divisas, un déficit fiscal superior a los 144 mil millones de dólares que puede mover a una nueva devaluación para enjugarlo, la agenda social mal atendida y el problema de la seguridad ciudadana, amén del paro de universidades, primero de una serie de conflictos laborales en todo el país (la tormenta perfecta, que dirían, entre otros, Carlos Veccio).
Y no han pasado dos meses todavía.

En esta carrera, el tiempo pareciera estar a favor de una de las partes y en contra de la otra y eso imprime nerviosismo al acelerarse los eventos. Quizás la oposición aprendió la lección de 2004 en lo que tiene que ver con el timing de las acciones, y a diferencia de entonces, este gobierno no cuenta con los ingentes recursos de la renta petrolera para crear (o mantener) un aparato clientelar que compre voluntades para ser mayoría; tampoco cuenta con la figura protagónica de la telenovela patria trasmitida por 14 años en prime time; ni con la habilidad de mantener el discurso estetizante de los fachos, en torno al culto a la imagen de Chávez redentor: a dos meses de su deceso, lo que parecía que iba a convertirse en una nueva religión universal, hoy no pasa de ser un obligante punto de comparación que torna en impresentable al nuevo gobierno.

Así pues, sin recursos, sin líder carismático, con la fe en el proceso a punto de agotarse,  la circunstancia obliga a la “Revolución” a tener una dirección colectiva que mucho tiene de alianza contra natura, y a exponerse a que la propaganda ajena profundice sus contradicciones internas. El chavismo está como los regímenes comunistas de Europa oriental en la década de los ’70, sufriendo el desgaste de la estrategia Brzezinski y sacrificando a toda una generación de cuestionadores, a partir de los sucesos de Praga de 1968… No demoraron demasiado, después, para su caída a partir de 1989.

Y el chavismo también juega, pero su juego no tiene innovaciones, se basa en retomar estrategias que funcionaron en otro tiempo: radicalizar el discurso y flexibilizar los acuerdos en materia económica, posponer la implantación del estado comunal y congelar la acción del legislativo; tomar acciones puntuales, efectistas, frente a la agenda de problemas y generar la sensación de cercanía con las bases a través del gobierno de calle; triangular el discurso, mantener la tesis del enemigo externo, denunciar a la oposición por desleal, a la  burguesía que nos odia, al imperio norteamericano, la derecha, el fascismo (suponemos que todos estos son el mismo enemigo, ubicuo, incluso incubado dentro de sus propias filas). La novedad, que trasluce poco, es que los tres bandos del gobierno pugnan por alcanzar la supremacía, pero no se enfrentan entre sí, sino que en las sombras, dos atacan a uno, que busca defenderse, y no sabemos si los dos bandos atacan de manera coordinada o si tratándose de ataques individuales, cuál es la base de poder de cada quien dentro del partido militar.

En este nivel, el juego, como es de entenderse, ya no es democrático, ni de manera formal ni en esencia. La única manera de que ese juego se encauce dentro de las lógicas de la democracia es que la democracia esté en sus fines, y de que haya economía de la decisión, es decir: que la solución a la disputa por el poder no sea más costosa que el beneficio.
Y es aquí donde surge la pregunta que nos regresa al inicio de esta nota, la pregunta sobre la efectividad, en esta hora, de la política del escándalo: ¿Son suficientes los escándalos para ganar poder y legitimidad y con ellos mantener la democracia en los fines de la estrategia? ¿No hay otra manera de accionar desde el mínimo ético de la verdad (que es un mínimo alto) que denunciando la mentira del otro y sus nefastas consecuencias? ¿No hay una verdad que podamos construir entre todos?

Porque la tendencia que vienen mostrando las encuestas es que eventualmente, el chavismo pierda el favor de las mayorías, es que se hace necesario que la oposición construya estructuras de acogida y abra espacios de diálogo que trasciendan la polarización, si no quiere regresar a la situación de afiliación política de 2004-2012, en donde los nini impedían el crecimiento opositor, dejando que este nuevo capital político se le escurra de las manos. Una ventana de oportunidad lo constituyen las redes sociales, pero no si las vemos como plataforma de medios que sustituya la televisión (que no lo son). Hay que verlas como un espacio donde van surgiendo nuevas identidades políticas que desarrollan otras prácticas políticas que hay que empoderar, si queremos que ese 18% de conectados y politizados que describe Iria Puyosa en sus investigaciones, ese interesante contingente de infociudadanos que señalan tanto Raisa Uribarri como Luis Carlos Díaz, se conviertan en la base de apoyo para la consolidación de un nuevo proyecto nacional, que hay que hacer y para el cual hay que convocar a todas las partes.  

Y para que eso sea posible, las organizaciones políticas deben reinventarse: replantearse las formas de hacer política, desburocratizarse. Deben tener ideologías, doctrinas, credos consistentes que orienten las decisiones y las hagan subir de nivel, porque el problema de la excesiva pragmatización es que se recorta el alcance de la política y ese empequeñecimiento nos ha empobrecido en nuestras capacidades como país. Deben tener otro tipo de liderazgo que trascienda la búsqueda de influencia y se enfoque en el empoderamiento de proyectos, para que no todo tenga que depender del carisma, el voluntarismo o la habilidad administrativa de los dirigentes. Deben invertir tiempo y esfuerzo en formar a dirigentes y militantes, en las áreas necesarias para empoderar los proyectos de desarrollo. Deben tener estadistas, ya que si los partidos solo tienen burócratas o tecnócratas, terminarán haciendo política pragmática y ya sabemos, de qué tamaño esta es. Deben apostar por la inteligencia colectiva, no tanto por tener democracia, sino por tener ciudadanos demócratas. Y en esta perspectiva, deben aprender a operar en redes. No estaría malo que se leyeran Comunicación y Poder de Manuel Castells.

Una acotación final: quienes están más claros en la valoración del audio de Mario Silva son los buhoneros que lo venden quemado en cd en las autopistas: una “carne con papas” como cualquier otra, pornografía pura. 
Hora de subir el nivel. La foto es de noticiero digital

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