miércoles, 10 de mayo de 2017

Por Miguel Castillo, mártir

Miguel Castillo (Foto tomada de Runrun.es)

LOS QUE ENSEÑAMOS PERIODISMO sabemos que, cuando nuestros alumnos se visten de toga y birrete y escuchan el gaudeamus igitur, en su graduación, no es que se van, es que los recibimos como nuestros colegas, como profesionales que profesan junto a nosotros un credo: el del oficio y sus valores, el de su razón de ser: como aquellos que reciben el testigo en esta larga carrera de generaciones.


No esperamos ver a nuestros antiguos alumnos morir, en las calles, defendiendo el derecho de la gente a estar informado, o sus propios derechos, como ciudadanos esclarecidos que deben ser. No esperamos que un reportaje, un documental o una campaña publicitaria les cuesten la vida, como tampoco esperamos que una protesta sea sometida a sangre y fuego, que el genocidio sea una opción política y que para poder tener futuro la gente tenga que arrancarlo de las manos avariciosas de una burocracia, dando la vida por la libertad.

Eso nos pasó hoy con Miguel Fernando Castillo Bracho (26), egresado de la Universidad Santa María en Comunicación Social; asesinado por el régimen durante la protesta ciudadana en defensa de la Constitución. Colega.

En Venezuela hay 17 escuelas y más de 46 mil estudiantes de comunicación social. Cada año egresan más de dos mil. Así como nuestros jóvenes defienden su derecho a una libertad que aquí no conocen, nuestros estudiantes se forman para construir un sentido común que sirva para hacer república y formar ciudadanos en el ejercicio de esa libertad; son la expresión de un pueblo que quiere ser moderno y ve en ellos una manera de consagrar su aspiración; saben de la vocación totalitaria del régimen, de la autocensura de los medios; saben del miedo a saber y el terror a decir. Y aun así salen a las calles, a sortear los escollos y a portarse como gremio, porque el país debe saber y el mundo, lo que está pasando aquí.

Los periodistas, reporteros gráficos, diseñadores gráficos, artistas, productores audiovisuales, locutores, relacionistas públicos, publicistas, productores de contenido digital, gestores de comunidades digitales, investigadores, profesores universitarios; los comunicadores sociales todos tenemos que reunirnos como una sola voz y una sola fuerza con el pueblo que lucha por darle fin a este horror que consume nuestras vidas. Si el pueblo ha decidido rebelarse contra tanta injusticia, es necesario que los comunicadores sociales también lo hagamos, que gremios y medios echemos el miedo a la espalda y abramos los ojos y los oídos, las cámaras y los micrófonos, para que haya buena información y queden contrarrestadas las mentiras interesadas y las versiones capciosas que hacen parte de la guerra que el estado secuestrado por una burocracia cínico-militar le ha planteado al pueblo para perpetuarse en el poder a costa de nuestro presente y nuestro futuro. Que cada comunicador y cada estudiante de comunicación hagan redes que refuercen el trabajo de los medios independientes, industriales o digitales, que lleven información fidedigna para tomar decisiones, para adoptar la innovación necesaria en el momento preciso y para alimentar el espíritu de este pueblo que se reencuentra con su historia, enfrentando la tiranía y la falta de alternativas.

Y esto lo haremos por nosotros, todos, no unos y otros, como siempre nos quiso el régimen. Porque ellos ya no es medio pueblo, sino los torvos asesinos que ocultan en las sombras sus ojos de odio. Lo haremos por el amor a la memoria de Miguel, por los hijos que no tendrá, por las muchas satisfacciones que no nos dará, desde la cámara o la cátedra. Lo haremos con la conciencia de que de una forma u otra, también él dio testimonio de amor y entrega, denunció su tiempo y anunció uno nuevo, de esperanza y libertad; porque muriendo nos entregó el testigo y ahora nos toca a nosotros responder. 

Rogamos al buen Dios dar consuelo a los familiares y amigos de Miguel, quien ahora contempla su rostro y a quien interrogará en amor y no dudamos, pasará el examen con honores. Amén

2 comentarios:

elsy manzanares dijo...

Conmovedor...

Unknown dijo...

Me gustó mucho tu escrito Carlos. (Mi artículo de TalCual del 12-5 lleva una línea similar en cuanto a la solidaridad con el colega caído.) Este es el texto:

Fe de muerte
La lápida de Miguel Castillo materializa el rostro más reciente de la represión del gobierno contra las manifestaciones opositoras

Miguel Fernando Castillo Bracho salió el miércoles a protestar como tantos otros ciudadanos que ya hemos incluido marchas y actividades cívicas en nuestras rutinas semanales. Salió a manifestar, pacíficamente, por Las Mercedes y en horas de la tarde se encontró con la lotería podrida de la fatalidad, esa bala que le quitó la vida.

Varias ciudades y pueblos del país dejan evidencia de hechos similares casi a diario, reportes de heridos y muertos que no cesan, así como las detenciones arbitrarias que ahora quedan “envenenadas” cuando las realizan las autoridades involucradas en el llamado Plan Zamora. (El veneno, exabrupto harto denunciado, consiste en enviar a los detenidos a tribunales militares en lugar de ser procesados por la justicia civil ordinaria.)

La semana pasada escribíamos los nombres de Pernalete o Cañizales como mártires de aquellos días, un reporte penoso que no cesa cuando debemos “actualizar la lista” al final de cada jornada. Lamentablemente solemos encontrar datos de personas cercanas en los mismos “partes de guerra”, algún familiar, amigo, vecino o colega, como el caso de Castillo, que redoblan nuestro dolor, la fuerza de nuestra solidaridad y también la rabia frente a las salvajes actuaciones del aparato represivo del régimen o de los llamados “colectivos”.

El mismo 10 de mayo que mataron a Miguel hubo denuncias en varios estados del país de que grupos armados (eufemísticamente llamados “colectivos”) disparaban a mansalva contra las pobladas agrupadas en manifestaciones pacíficas. Entre La Candelaria y San Bernardino, Caracas, estaba presente el Comandante General de la PNB Carlos Alfredo Pérez Ampueda y justo en su presencia se produjo un ataque donde algunos de los pistoleros llevaban puesto chalecos antibalas con las siglas del Ministerio de Interior y Justicia. La policía no reaccionó. Los colectivos trataron de dispersar la multitud –sin lograrlo- “a plomo limpio”, robaron a varias personas en su estampida de repliegue, abordaron motos apostadas en los alrededores y huyeron.

Un grupo de reporteros interpeló “en caliente” a Pérez Ampueda y sus declaraciones nos han dejado impávidos por demostrar que la PNB se sabe incapaz de controlar la anarquía: “cómo vamos a hacer, se preguntaba Pérez, cuando ellos están disparando y nosotros estamos sin armas”.

Las letras gruesas del titular de Ampueda este día fueron su condena a los colectivos, esos “vagabundos que vamos a capturar cuando veamos”, palabras que demostraron estar vacías cuando hacía minutos los malandros habían escapado en las narices de la PNB. Este hecho –y otros de similar naturaleza con tantos capítulos como para alimentar un libro- podría sustentar la hipótesis de que los colectivos son grupos paramilitares que operan como fuerzas encubiertas por el gobierno “en defensa de la revolución.” (De allí que no exista voluntad política dentro del chavismo para poner fin a sus desmanes.)

El “premio de consolación” que apresó la PNB este miércoles en La Candelaria resultó ser Sergio Contreras, un activista más bueno que el pan, cuya única arma era un megáfono para arengar a las multitudes. ¿Peligroso, verdad? En la esquina estaban los choros robando y echando plomo pero los hombres de Pérez Ampueda “se cebaron” con Contreras, vinculado por cierto a la UCAB y a la Fundación Una Mano Amiga, conocida por sus labores caritativas en el suministro de alimentos y vestimenta entre las clases desposeídas. El mundo al revés: presos los ciudadanos ejemplares mientras el hampa sigue en la calle con el moño suelto. La vejación y muerte de incontables venezolanos lo certifica.

Juan Vicente Gómez Sosa. Periodista.