viernes, 6 de febrero de 2015

Viva Zapata


Pedro León Zapata  (1929-2015) Foto tomada de http://yoyopress.com)
HACE VEINTE AÑOS (1995), por esta fecha, comenzaba yo como coordinador de las páginas culturales de El Universal; Sofía me había contratado guiada por una entrevista de trabajo y como era de esperarse, estaba en período de prueba. Una de las primeras entrevistas que hice en ese espacio era, justamente, a Pedro León Zapata, por los 30 años de su caricatura diaria, los zapatazos de El Nacional; no fue una gran entrevista, de hecho sé que pude haberlo aprovechado más (eso me hizo saber la exigente Sofía), pero a partir de allí comenzó una relación, que no dudo en considerar, era amistad.

Las páginas no estaban en la redacción de El Universal, sino en una oficina cerca del Museo, de allí que estábamos próximos a este. Zapata dictaba talleres, daba visitas guiadas y desarrollaba proyectos en el Museo, aun en plenitud de sus capacidades creativas.

Ese mismo año, pero en diciembre, Venezuela fue el país invitado de honor de la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y de aquí viajó una delegación. Yo fui a cubrir. Nos alojaron en el Hotel de Mendoza, un antiguo convento cerca del Teatro degollado, en el casco histórico. Una mañana después del desayuno, Zapata nos invitó a acompañarlo al Hospicio Cabañas, a ver los frescos que José Clemente Orozco, el célebre muralista, había pintado entre 1937 y 1939. Zapata, quien había estudiado en México con David AlfaroSiqueiros, conocía bien esta obra, y la explicó con maestría. Mientras lo escuchaba descubrí, para mí mismo, algo en lo cual quizás haya coincidencia con la opinión de algún crítico: que el estilo pictórico de Zapata, pero principalmente sus dibujos, son una síntesis personal del muralismo y del expresionismo que hay en él, con el cual, el artista se construyó un discurso plástico hecho por y para la civilidad venezolana: para combinar ironía y sentido común.

Aquella vez comprendí que la simpatía que Zapata me producía era movida por una mezcla de genialidad y bondad que me lo presentaban como un intelectual público que apostaba en su expresión artística –bien como pintor, como caricaturista o como humorista- a desarrollar una pedagogía cívica hecha desde el goce estético. Claro, a esta idea no llegué de inmediato, pero ese día me dije “Zapata es un genio” y pasé a formar parte del bando de sus admiradores.

Hoy me dolió su muerte.

Hoy sentí que el pasado se nos está borrando, y que el futuro se nos pone cada día más lejano de este presente donde las horas no son oportunas, sino que se pierden, una tras otra, alineadas en las colas, las prohibidas colas.

Hoy reparé en que se me han muerto amigos y maestros, personas de las cuales fui devoto y gente a quien admiré.

Hoy sentí que entre los que se han muerto, los que se han ido y los que simplemente no están, nos estamos quedando solos en una soledad de espaldas, en un país de miedo.

Hoy sentí angustia por los más jóvenes. Hoy comprendí plenamente a los padres que prefieren voluntariamente estar huérfanos de sus hijos, confiados en que ellos están más cerca del futuro y por tanto, pueden llegar más rápido a él, dondequiera que esté.

La ida de Zapata me puso frente a frente con las cosas que creo y por las que hago lo que hago. Y me regresó a una idea que expuse comenzando el año, a mis alumnos: “yo creo que vamos a tener una gran año, porque no tengo ninguna razón para creerlo; si tuviera una lo sabría, no lo creería, porque la fe no es más que un ejercicio de la voluntad, un me-da-la-gana sistemático”.

Siempre he pensado que ser optimista es mucho más difícil que ser pesimista, porque al segundo siempre lo asiste la razón. Y ojo: ser optimista no significa ser conformista, son dos cosas muy distintas.
Y es muy posible que el problema de las cosas que no vemos sea que intentamos verlas desde lo que sabemos. Por eso, porque quiero saber, tengo curiosidad por las cosas nuevas y trato de mantenerme en permanente apertura, negado a avanzar hacia el futuro viendo por el espejo retrovisor, tratando de no contagiarme de ninguna nostalgia.

Pero a Zapata lo voy a extrañar, por lo menos hasta que pueda verlo nuevamente, refundido en el talento de aquellos que puedan heredarlo, en aquellos que comprendan su legado.


Viva  Zapata!

@cardelf