Soy de la idea de que el debate entre los miembros de la “Comisión Presidencial Estudiantil”, y representantes del movimiento estudiantil, que debió realizarse el miércoles en la Universidad Bolivariana, va a seguir pospuesto como parte de una estrategia más o menos previsible: la de ganar tiempo, obligando a los estudiantes a agotar la fórmula exitosa (a repetirla, apoyada por los medios de comunicación social), de marchar y entregar documentos, para profundizar las diferencias de opinión dentro del movimiento y hacer que vaya perdiendo fuerza, hasta que llegue agosto y con él las vacaciones. En agosto y septiembre, con las universidades cerradas, puede pasar cualquier cosa, y si no se toma ninguna previsión, si no hay agenda de trabajo con responsabilidades claramente asignadas, se va a perder el poco territorio avanzado.
De allí que esa idea de decidir “con un conteo en la calle” si el movimiento sigue marchando o se pasa a la segunda fase, con la marcha de hoy jueves, creo que no es buena. La segunda fase supone ir reduciendo las protestas, sí, pero sustituyéndolas por otros mecanismos de expresión que permitan sumar adeptos al movimiento, que no se olvide, es en defensa de los derechos civiles y políticos, los cuales no sólo le están siendo irrespetados a los estudiantes o a las universidades, sino a todo el país.
La idea es llevar el tema a la mesa de discusión de cada uno de los hogares de este país, muy especialmente los de las barriadas azotadas por el hampa, tan territorios del miedo como las urbanizaciones, las calles, las oficinas o los colegios. A los hogares, antes que a los consejos comunales, porque la defensa de los derechos civiles, el respeto por la disidencia, la construcción de una sociedad solidaria, con inclusión y justicia social, son temas éticos, sin dejar de ser temas políticos. Masificar el mensaje es una opción, pero no sirve en todos los casos porque lo masivo en este país no genera compromisos sólidos: o se forman apoyos movidos por los sentimientos, o se entregan dádivas, sujetas a la discreción de quien las da ¿Y cuando no haya con que darlas? ¿Cuándo quien la reciba considere que no debe obedecer una orden a cambio de esa dádiva, porque así se lo dicta su conciencia, qué va a pasar?
Masificar el mensaje implica vocería, esto es: tener la legitimidad de hablar en nombre de un colectivo. Para ello, este mensaje debe tener un contenido hecho con las voces de este colectivo, y para lograr eso, debe haber acuerdos, producto de un diálogo interno, muy fluido y muy bien registrado. Cada asamblea debe tener minuta, cada reunión debe generar una agenda, cada opinión debe estar asentada y el discurso debe construirse con las palabras de los jóvenes, pero llenas de contenido, acordando definiciones sencillas, pero no por eso incompletas, con las cuales, poder explicarle a la gente qué es lo que se quiere decir. Y eso, amigos míos, no se consigue marchando, sino generando un esfuerzo adicional en su agenda académica, para formarse, haciendo y respondiendo preguntas, haciendo circular la información. Así es como yo entiendo el liderazgo del movimiento: transpersonal, de cara al país, aprendiendo y ayudando a aprender, a concientizar.
No sé si saben que el modelo de comunicación favorito de este gobierno es el que denominan Flujo de dos pasos: hay un mensaje único repetido como consigna, transmitido por los medios masivos de comunicación (cadenas televisivas, Aló Presidente, etc.). Y este mensaje, después se apoya en el trabajo de un conjunto de “líderes comunitarios” que los convierten en instrucciones y agendas de trabajo. Este modelo –resulta paradójico- lo desarrollaron en la década de los ’60 para introducir novedades tecnológicas y para los procesos de modernización en el continente, en el marco de la “Alianza para el Progreso” iniciativa de desarrollo de los Estados Unidos en Latinoamérica, equivalente al Plan Marshall europeo.
En el caso del movimiento estudiantil, el acceso a los medios masivos está condicionado por el hecho de que haya noticias. Si no las hay, pues eso es lo que en jerga periodística se llama “caliche”, y no se cubre. Sin embargo, se puede dar el caso –y es potestativo del medio, no tanto de los periodistas- de mandar a hacer cobertura así no sea noticioso el acontecimiento, lo cual da pie a las suspicacias y a las sospechas (por decir lo menos). O como pasó con Richard Serra, el otro día, en la UCAB: llegar a la Feria de Comida, con una cámara de VTV, provocando al colectivo para que la cámara grabara una airada protesta contra él. Esos son pseudoeventos, tienen impacto en la opinión pública, pero no son sostenibles en el tiempo.
Con todo esto, lo que quiero decir es que hay que buscar otros mecanismos de comunicarse con la gente, que en esta etapa, nada va a sustituir el cara a cara, con el cual es más factible construir confianza, que con los medios. Piensen en medios de comunicación alternativos, en blogs, en grupos de correo electrónico, en reuniones, actos culturales, eventos deportivos, podcast, video digital, pancartas, etc.; no sólo en protestas simbólicas (que no están mal, todo lo contrario, son excelentes). Piensen en las implicaciones éticas del movimiento. Pero principalmente, piensen en la legitimidad que están construyendo: que son un movimiento Político (con P mayúscula, como la Prostitución que hay en La Hojilla y con perdón de las señoras putas), que no son un partido político, pero quizás si sean el semillero de nuevos partidos políticos y que el tema de los derechos civiles y políticos es un buen tema de partida para un proyecto político de cambio social, para el diseño de un nuevo proyecto nacional que aprenda del pasado y no nazca viejo, como nació este.
Viene agosto, ¿Quién se va de vacaciones?
De allí que esa idea de decidir “con un conteo en la calle” si el movimiento sigue marchando o se pasa a la segunda fase, con la marcha de hoy jueves, creo que no es buena. La segunda fase supone ir reduciendo las protestas, sí, pero sustituyéndolas por otros mecanismos de expresión que permitan sumar adeptos al movimiento, que no se olvide, es en defensa de los derechos civiles y políticos, los cuales no sólo le están siendo irrespetados a los estudiantes o a las universidades, sino a todo el país.
La idea es llevar el tema a la mesa de discusión de cada uno de los hogares de este país, muy especialmente los de las barriadas azotadas por el hampa, tan territorios del miedo como las urbanizaciones, las calles, las oficinas o los colegios. A los hogares, antes que a los consejos comunales, porque la defensa de los derechos civiles, el respeto por la disidencia, la construcción de una sociedad solidaria, con inclusión y justicia social, son temas éticos, sin dejar de ser temas políticos. Masificar el mensaje es una opción, pero no sirve en todos los casos porque lo masivo en este país no genera compromisos sólidos: o se forman apoyos movidos por los sentimientos, o se entregan dádivas, sujetas a la discreción de quien las da ¿Y cuando no haya con que darlas? ¿Cuándo quien la reciba considere que no debe obedecer una orden a cambio de esa dádiva, porque así se lo dicta su conciencia, qué va a pasar?
Masificar el mensaje implica vocería, esto es: tener la legitimidad de hablar en nombre de un colectivo. Para ello, este mensaje debe tener un contenido hecho con las voces de este colectivo, y para lograr eso, debe haber acuerdos, producto de un diálogo interno, muy fluido y muy bien registrado. Cada asamblea debe tener minuta, cada reunión debe generar una agenda, cada opinión debe estar asentada y el discurso debe construirse con las palabras de los jóvenes, pero llenas de contenido, acordando definiciones sencillas, pero no por eso incompletas, con las cuales, poder explicarle a la gente qué es lo que se quiere decir. Y eso, amigos míos, no se consigue marchando, sino generando un esfuerzo adicional en su agenda académica, para formarse, haciendo y respondiendo preguntas, haciendo circular la información. Así es como yo entiendo el liderazgo del movimiento: transpersonal, de cara al país, aprendiendo y ayudando a aprender, a concientizar.
No sé si saben que el modelo de comunicación favorito de este gobierno es el que denominan Flujo de dos pasos: hay un mensaje único repetido como consigna, transmitido por los medios masivos de comunicación (cadenas televisivas, Aló Presidente, etc.). Y este mensaje, después se apoya en el trabajo de un conjunto de “líderes comunitarios” que los convierten en instrucciones y agendas de trabajo. Este modelo –resulta paradójico- lo desarrollaron en la década de los ’60 para introducir novedades tecnológicas y para los procesos de modernización en el continente, en el marco de la “Alianza para el Progreso” iniciativa de desarrollo de los Estados Unidos en Latinoamérica, equivalente al Plan Marshall europeo.
En el caso del movimiento estudiantil, el acceso a los medios masivos está condicionado por el hecho de que haya noticias. Si no las hay, pues eso es lo que en jerga periodística se llama “caliche”, y no se cubre. Sin embargo, se puede dar el caso –y es potestativo del medio, no tanto de los periodistas- de mandar a hacer cobertura así no sea noticioso el acontecimiento, lo cual da pie a las suspicacias y a las sospechas (por decir lo menos). O como pasó con Richard Serra, el otro día, en la UCAB: llegar a la Feria de Comida, con una cámara de VTV, provocando al colectivo para que la cámara grabara una airada protesta contra él. Esos son pseudoeventos, tienen impacto en la opinión pública, pero no son sostenibles en el tiempo.
Con todo esto, lo que quiero decir es que hay que buscar otros mecanismos de comunicarse con la gente, que en esta etapa, nada va a sustituir el cara a cara, con el cual es más factible construir confianza, que con los medios. Piensen en medios de comunicación alternativos, en blogs, en grupos de correo electrónico, en reuniones, actos culturales, eventos deportivos, podcast, video digital, pancartas, etc.; no sólo en protestas simbólicas (que no están mal, todo lo contrario, son excelentes). Piensen en las implicaciones éticas del movimiento. Pero principalmente, piensen en la legitimidad que están construyendo: que son un movimiento Político (con P mayúscula, como la Prostitución que hay en La Hojilla y con perdón de las señoras putas), que no son un partido político, pero quizás si sean el semillero de nuevos partidos políticos y que el tema de los derechos civiles y políticos es un buen tema de partida para un proyecto político de cambio social, para el diseño de un nuevo proyecto nacional que aprenda del pasado y no nazca viejo, como nació este.
Viene agosto, ¿Quién se va de vacaciones?
Esta foto forma parte del web de la Universidad Autónoma de Bucaramanga, Colombia, me pareció adecuada para ilustrar el tema del liderazgo como una construcción colectiva (no lo olviden)
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