UNA AMIGA Y COLEGA me afirmaba esta mañana, muy temprano, que ella no se sentía periodista. Comentario curioso, hoy, cuando la celebración del día del periodista nos lleva a congregarnos en la reflexión sobre el oficio. Ella tiene la virtud de hacerme pensar de manera compleja, que es como se debe pensar, permitiéndome vivir en carne propia lo que yo le digo a mis alumnos: nosotros somos constructores de sentido común y podemos hacer uno bueno, lleno de buenas razones –prácticas, intelectuales o morales- o podemos llenarlo de estereotipos, despachando buenas oportunidades a fuerza de rutinas y quincenas.
Así, comencé a revisar esa noción. “Sentirse periodista” suena a palparse, autoauscultarse, diagnosticarse, para sentirse en cuanto sensación y sentido. Tampoco es un secreto que yo le digo a mis alumnos que concuerdo con Humanes y con Delia Crovi Drueta, al decir que el periodista es una forma del intelectual orgánico gramsciano, que ya no se debe únicamente y en forma militante a las ideas de la clase trabajadora, sino al interés público de la audiencia ciudadana. Cuando decimos que el periodista ejerce y reivindica la libertad de expresión, no lo hacemos por decir que los tirios defienden las libertades democráticas y los troyanos no, que por limitada la especie a la polarización hasta luce interesada. El periodista es un intelectual, y cumple para la opinión pública democrática la misión de procurar los consensos, para lo cual, su trabajo es darle los mejores argumentos al ciudadano para las decisiones que toma en su vida cívica. Se trata de un compromiso con un conjunto de valores y de actuar en consecuencia denunciando aquello que deshumaniza a los hombres, fomentando lo que amalgama sociedades inteligentes, recordándonos constantemente que libertad es responsabilidad.
Habrá quien diga, al calor de la coyuntura, que defender la democracia burguesa es militar en el bando contrarrevolucionario. Habrá quien diga, por otra parte, que una verdadera revolución se instala en el futuro con verdades deliberadas, no reveladas por la nomenklatura. Y habrá quien sostenga que lo que finalmente nos sustrae de tan prolongada diatriba es la posibilidad de construir un orden civilizatorio diferente, con base en el conocimiento compartido, construido en comunidad. No faltará quien sostenga que las comunidades del entorno digital suponen una forma de privatización del espacio público, por cuanto comunidad es un ámbito intermedio entre el “todos y cada uno” de la ley. Y reseñando, contrastando y mostrando a las audiencias, está el periodista, independientemente de que milite o crea en alguna de estas posturas, pues a la posibilidad de que todas sean conocidas es que debe su oficio: a denunciar las miserias del pensamiento único, a combatir la censura como razón de estado o a la autocensura como ruptura unilateral del compromiso de la prensa, así se trate de una estrategia de supervivencia.
La política de “matar al mensajero” es un ejercicio de la barbarie, pero el sacrificar la corrección de los procesos en nombre de la eficacia de los resultados es fascismo. Con ambos convivimos cotidianamente y ambos tendrían que ser denunciados por nosotros, los periodistas. A nosotros nos toca la tarea de ser difíciles de convencer, de ser muy críticos y de no hacer concesiones, buscando la verdad. Y eso se los digo también a mis alumnos: la verdad periodística es una verdad de tipo ético que nace de la solidaridad con las audiencias ciudadanas, del ejercicio imposible de ponernos en los zapatos del otro. Es un ejercicio del sentido muy diferente al que hace el científico, el jurista o el ideólogo. ¿Y vale la pena? Yo soy de los que creen que sí.
Así me siento hoy: buscando razones para creer más allá de las oscilaciones del biorritmo. A todos aquellos, mis colegas, que entienden la importancia de la libertad de expresión, quiero estrecharlos en un abrazo, acompañándolos en la celebración. Celebrar, sí, porque siempre hay que convocar las cosas buenas, para el camino. Imagen que impresiona proque en otras partes hay barbarie tan o más cruel que la nuestra. México, centroamérica, áfrica. Tomada de: http://realidadbcs.com/2011/05/11/asesinan-a-otro-periodista-hondureno/
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