sábado, 22 de noviembre de 2008

La víspera de un día largo

ESCRIBO EN LA VÍSPERA, intentando hacer un ejercicio de raciocinio con mis (las) expectativas, consciente de que “deseos no empreñan”, pero conteste también, del postulado de William Blake: quien desea y no obra engendra la peste. Pienso en los comicios de este domingo y me atrevo a aventurar un análisis de cómo vamos para la cita y desde ya advierto a lector que no lanzaré una predicción, porque no es mi intención competir en el mercado de astrólogos y pitonisos que sin duda lo hacen mucho mejor que yo, que apenas intento comprender, persuadido de que es necesario comprender para poder explicar y no al revés.

Hay muchas maneras de ver estas elecciones regionales, pero señalo dos, por antagónicas: una, la que las concibe como la sexta elección regional desde que éstas se realizan (1989), matizada por la irremediable connotación bélica, y la otra como el episodio siguiente al 2-D.

¿Dónde radica la diferencia? Si el 23-N se mira como una elección regional, considerando el comportamiento histórico del electorado en esas elecciones, se consiguen unas constantes:

  • Abstención media (mayor en los electores jóvenes)
  • Voto sectorizado en clases sociales
  • Alto nivel de clientelismo en la elección
  • Alto nivel de voto castigo
  • Alto nivel de economía de la decisión (es decir: comprobada presencia de la espiral de silencio)
  • Alta dependencia de la maquinaria electoral y de los operativos para movilización de electores, durante los comicios

Pero si se considera como el siguiente episodio al 2-D, puede que el juego tenga otras características:

  • Presencia de deliberación –no institucionalizada- de las opciones en el seno de comunidades de electores (¿alguien las ha registrado?)
  • Procesos de elección racional, que pueden expresarse en dos tipos de fenómeno: alta abstención en alguno de los bandos y voto cruzado de uno a otro bando de la polarización (lo que habla de un electorado que participa desde fuera de la polarización).
  • Participación creciente del electorado joven
  • Electorado que se mueve fuera de las maquinarias partidistas
  • Un factor crucial, de cara a la figura del Presidente: la disociación entre popularidad y confianza. En enero la confianza cayó a 37% y no se ha recuperado, mientras que la popularidad, que llegó a estar en 28%, hoy está en 52%, según investigaciones de Datanalisis. Y allí cabe preguntar, si alguien es popular pero no inspira confianza, ¿por qué es popular? ¿Qué tan cierta es esa popularidad? Y en el caso del Presidente, ¿hasta dónde plebiscitar la elección regional implica insertar su popularidad a la cuenta doméstica del elector? ¿Qué haría un elector racional?

Yo sí creo que esta elección es un segundo momento de cambio en la cultura política del venezolano, sin temor a equivocarme, pero sin negar tampoco esa posibilidad.

Creo que tirios y troyanos dejaron fuera de la ecuación del 23-N al elector racional, despolarizado, que va a votar y no tiene que hacerlo necesariamente por Chávez o por la oposición, sino por el candidato que considere adecuado a sus expectativas como elector. Y en un escenario de polarización, donde la abstención del 2-D mostró seguir patrones que describen un comportamiento de elección racional, no hay en principio factores que nieguen esta posibilidad; claro, tampoco hay suficientes datos que refuercen esta conjetura: no hubo mediciones porque los clientes de las empresas de investigación de opinión pública, no pidieron estos estudios, no los creyeron necesarios, instalados, como los están, en su modo de ver las cosas.

Pero más allá del punto de vista de las cosas, me preocupa el diferencial que hay en los criterios de diseño muestral de una a otra empresa, lo cual hace imposible sostener la promesa de un “nivel de confiabilidad del 95% o un margen de error máximo admitido de 2 ó 3%”. Trabajar con los indicadores del INE es fraudulento, porque estos lo son, pero sobreestimar la variable “ingreso familiar” también conduce al sesgo, y no ha habido manera de llegar a un consenso entre estadísticos, porque también en ellos pesa la polarización ¡Por favor, un poco más de profesionalismo!

Creo, además, que ya hay suficiente evidencia empírica de que una porción cada vez mayor del electorado se está despolarizando, independientemente de la bondad o no de la denominación usada para describir la desafiliación de esta población. Los nini no son gratos a ninguna de las partes, claro está, porque suponen pérdida de capital político para cada una; y creo que a estas alturas revelan la falta de liderazgo de las partes en conflicto, al punto de que la abstención comienza a operar como un factor político, antes que como un mero salirse del juego.

Este 23-N –creo yo- serán los nini los que decidan. Del resultado surgirá un nuevo mapa político con múltiples implicaciones para todas las partes: la oposición no sólo mantendrá sus gobernaciones y alcaldías, sino que ganará algunas otras. Pero más importante que eso es que a partir de esta fecha surgirá, con plena legitimidad política, el chavismo sin Chávez, ya no como un fantasma arrojadizo a modo de sospecha, o como una acusación contra la “derecha endógena” (Tascón dixit), sino como un alter ego que amenaza con romper la identificación del liderazgo del presidente con su militancia, porque el chavismo sin Chávez implica, entre otras cosas, su mitificación, la posibilidad de un después sin su figura y la apertura de una contradicción que más tarde o más temprano exigirá clarificaciones ideológicas en ese bando, diferentes, en sentido y en alcance, a la mera purga institucional.

La emergencia de los nini como fuerza electoral depende de una nueva agenda política que está por hacer, que por causa de la misma polarización debe terciar por un camino medio y cuyo momento se abrirá a partir del 23-N, por defecto, independientemente de los resultados. La ruta a seguir se obliga deliberativa, lo cual es bueno, ya que los próximos comicios sucesivos son parlamentarios (Concejos Municipales y Asamblea Nacional). Y su trazo viene definido por la organización en redes sociales, con mayor o menos uso de la tecnología y las cuales veremos operando nuevamente este domingo.

Será un día largo, no sólo por lo mucho que nos va a costar votar en condiciones adversas de tiempo, de clima, de diseño del proceso, de tensión entre las partes y de violencia, especialmente la ejercida por los partidarios del oficialismo, instados por el propio presidente de la República. Pero este día largo, signará los que vienen. De todos depende que en el futuro lo celebremos, o lo conmemoremos, en nuestras canciones de gesta.

La imagen no es un arrebato de creatividad, pero ilustra.

Es tomada de http://www.geocities.com/edgardoponce_d/img/amanecer.jpg

1 comentario:

bored philosopher dijo...

no va mal, me recuerda la serie 24, con Kiefer Sutherland, vienen a ser los dias mas largos de nuestas vidas