jueves, 31 de mayo de 2007

Luzardos

CUANDO MARCELINO BISBAL habló ayer ante la asamblea de profesores de la UCAB, tiró un necesario –aunque incómodo- cable a tierra para que la academia no olvide para qué está en las coyunturas históricas: para producir el debate, la reflexión y la búsqueda de conocimiento que ayude a consolidar los procesos de cambio, y esto que se entienda bien, los chavistas que se dicen “revolucionarios” no tienen el monopolio del cambio histórico, ellos lo iniciaron, no se duda, pero ellos también pasarán. Volver a las aulas, a debatir y a reflexionar, pero antes hay que tomar apuntes de las leccines que estos días de protesta nos dejan, que podamos emplear en los días siguientes, en las nuevas acciones que seguramente vendrán.

No soy tan auspicioso como quienes cantan la gesta de una nueva generación política (como la generación del 28) o quienes describen estos días como el mayo venezolano, en clara reminiscencia del mayo del ‘68 en Francia. Pero no niego que la salida de los estudiantes sí marca una importante inflexión: algo se nos quebró y es como un dique, pero hay que pensar muy bien los pasos que siguen, menos rabia y más conciencia, no hay que quebrar el arco que tensa la flecha, hay que soltarlo suavemente para que esta llegue certera, al blanco.

Se hace política desde lo que somos, por eso hay que estar muy claros en lo que somos. Marcelino da con una clave: “este es un conflicto entre civilización y barbarie y va ganando la barbarie” Ellos dicen que las universidades son excluyentes, que han sido conculcadas por las élites. Pues que bueno que hay unas élites, malo sería que la mediocridad dorada (aurea mediocritas) fuera para todos.

Si no estamos con la barbarie, si academia y periodistas, si políticos y medios de comunicación nos decidimos a no representar la barbarie, si ellos nos recuerdan que Doña Bárbara está vigente (para bien de la memoria de Rómulo Gallegos y para mal del país) pues nos toca ser Luzardos, asumámoslo. Ya lo decía Bertrand Russell: “no tengan miedo de pertenecer a una minoría, no teman ser disidentes”. Claro, también hay que saber que una cosa, en este caso, son los bárbaros, y otra los ignorantes, o los temerosos a quienes los bárbaros sojuzgan. No es bárbaro el pueblo, no son bárbaros los pobres, bárbaros son los mandones de esta cuadra, los malandros metidos a “fachistas de facto” (esto se lo escuché decir a algún balandro, alguna vez), el pueblo tendrá que despertar de la comodidad del cupo en las misiones, de la beca arrojada a mansalva y de la dádiva que obliga a “bailar al son que tocan”, y lo hará el día en que sepa qué es lo que tiene que hacer para garantizarse medios de vida dignos, por su propia cuenta, como dueño y señor de su propio destino. ¿Se lo vamos a enseñar nosotros? Primero tenemos que saber cómo se hace, experimentar la receta en nosotros, luego tenemos que llegar a ellos, convivir con ellos, aprender sus padecimientos y ayudarlos de modo solidario. Con marchas y protestas no llegaremos, pero con trabajo comunitario sí, y es entonces donde la imposición de ley se convierte en el recurso para crear un auténtico movimiento político.

A la Academia le toca bajar a las bases, operar como una gran corporación de intelectuales orgánicos (en el sentido gramsciano), que pueda ayudar a organizar el cambio. El gobierno sabe que podemos hacerlo, por eso, en su receta, todos los aparatos ideológicos deben quedar desarticulados, para poder consolidar su hegemonía, por eso las universidades son las próximas en recibir la arremetida.

Lo del cable a tierra es también para los medios: los políticos no lideran, es verdad, y deben ser sustituidos por nuevos dirigentes, pero no será sacrificando a los estudiantes en el frente de combate como surgirán esos líderes, así lo que tendremos será mártires. Los medios deben dejar que los políticos hagan política, que tengan protagonismo mediático, que recobren su legitimidad y que copen la escena pública, para que todos los demás hagamos lo que tenemos que hacer en santa paz, que los sacrificados sean ellos.

Los medios de comunicación son actores políticos con personalidad jurídica, empresarios que administran foros públicos, por eso lo que hacen tiene tanto impacto, porque en ellos se dirimen las versiones de las realidades, porque ayudan (a veces no) a construir identidad, que es desde donde se hace la política. Tiene que cobrar conciencia de ello y no meterse a aprendices de brujos, para no desnaturalizar los procesos de cambio.

Ya sonamos las alarmas, ya salimos a calentar la calle. Ahora hay que hacer política, de verdad, no importa el color o la consigna que le pongamos, y para eso hay que estudiar. Hay que volver a las aulas.

Esta foto es de Frances Hung, fotógrafa y estudiante de Comunicación Social de la UCV.

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