miércoles, 2 de noviembre de 2011

Al inicio del viaje


Queridos (ahora sí!) colegas:
Celebramos el logro de llegar a una meta, intactos, más grandes y llenos de entusiasmo, para asumir con valentía los retos de la vida profesional. No es poca cosa esta bella etapa que comienza: son la viva estampa del futuro volviéndose presente y así es como espero recordarlos, subiendo las escaleras hasta el presidium, cuidando no enredarse en la toga, avanzando con una gran sonrisa a recibir el título, o al final del protocolo, lanzando birrete al aire, con un grito que los reafirma, en su juventud.

Una y otra vez volverán a este momento en sus horas caídas, porque las habrá: horas de pesadumbre y acaso de desesperanza, de cansancio en medio de la lucha. Construir un sentido común por parte de una gente nada común luce como despropósito, pero es nuestro trabajo; nos toca como intelectuales que somos, comprometidos con una idea poderosa, revolucionaria: que podamos ponernos en los zapatos de otro, para intentar contar con sus palabras lo que de ellos entendemos, pero intentando también que nos entiendan, en un decir que es hacer, un decir para el hacer.

Los pasos que ahora dan hacia su destino, sólo Dios sabe realmente a dónde los conducirán, confiamos en que nuestros planes concuerden con los que él tiene para nosotros y que con nuestro trabajo hecho con vida, podamos servirle para realizarlos. Tenemos entonces un compromiso con la gente, con Dios, pero también con el futuro. Así como hoy son ustedes futuro que se hace presente, así también ustedes entregarán el testigo, llegado el momento: estarán en los asientos de atrás del aula magna y recibirán el aplauso de quienes agradecerán su compromiso, como lo han hecho ustedes, al final de la carrera y al comienzo de la profesión. Y es que ahora somos colegas en los sentidos que se encierran en la palabra profesional, la cual viene de profesar, esto es: dar cuenta de la fe; y dicho sea de paso, profesor es el que profesa.

Perdonen la prosa vacilante, pero estoy seguro que la poesía lo dice mejor. Los dejo con una que, espero, los acompañe en el recuerdo que a bien tengan de conservar de este colega.
Con mi mejor abrazo y mi agradecimiento por el honor de haber compartido.

ÍTACA
CUANDO EMPRENDAS EL VIAJE HACIA ÍTACA, ruega que sea largo el camino, lleno de aventuras lleno de experiencias. A los Lestrigones, a los Cíclopes o al fiero Poseidón, nunca temas. No encontrarás tales seres en el camino si se mantiene eleva do tu pensamiento
y es exquisita la emoción que te toca el espíritu y el cuerpo. Ni a los Lestrigones, ni a los Cíclopes, ni al fiero Poseidón has de encontrar, si no los llevas dentro de tu corazón, si no los pone ante ti tu corazón. 

Ruega que sea largo el camino. Que muchas sean las mañanas de verano en que —¡con qué placer, con qué alegría!— entres en puertos antes nunca vistos. Detente en los mercados fenicios para comprar finas mercancías, madreperla y coral, ámbar y ébano y voluptuosos perfumes de todo tipo, tantos perfumes voluptuosos como puedas. Ve a muchas ciudades egipcias para que aprendas y aprendas de los sabios.

Siempre en la mente has de tener a ÍTACA. Llegar allá es tu destino. Pero no apresures el viaje. Es mejor que dure muchos años y que ya viejo llegues a la isla, rico de todo lo que hayas ganado en el camino, sin esperar que Ítaca te dé riquezas.

ÍTACA te ha dado el bello viaje. Sin ella no habrías emprendido el camino. No tiene otras cosas que darte ya. | | Y si la encuentras pobre, ÍTACA no te ha engaña do. Sabio como te has vuelto, con tantas experiencias, h a b r á s comprendido lo que significan las  Í T A C A S .

Konstantinos P KAVÁFIS (Alejandría, Egipto  1863– 1933)