miércoles, 2 de julio de 2008

La lección de Fernando Gómez

NO TENGO NADA contra algún oficio o profesión, salvo el intercambio de funciones, de unos por otros, que por la confusión que generan, no dejarán de acarrear males en las gentes. Claro, un matiz de esto, hecho con inteligencia, nos dará estupendos textos de comedia de las equivocaciones (un tal Moliere y su médico a palos, un tal Shakespeare en no pocos momentos de su obra). Pero otro matiz de esto, hecho con motivos inconfesables, nos darán a un veterinario como ministro de cultura.

¿Pero de qué nos alarmamos? Jorge Luis Borges fue sacado de la Biblioteca donde trabajaba con el encargo de ser inspector de mercados, pollos y verduras, durante el gobierno de Juan Domingo Perón. Que un veterinario teorice sobre el hombre nuevo como "el triunfo del colectivismo sobre el individualismo" nos va dando pistas de que su visión de la revolución avanza entre lo bucólico y lo silvestre: nada mal, considerando que la culpa es de la vaca.

¿De qué nos alarmamos? Joaquín Crespo, el Taita tenía a Telmo Romero, curandero, como director de un hospital psiquiátrico. En 1894 se rumoró que lo designaría rector de la Universidad de Caracas y quizás hubiese sido así, si en su decisión no se hubiera interpuesto su deceso. Que tengamos casta de improvisados, que nuestras historias de la administración pública estén llenas de "curiosos", antes que de especialistas, pues eso, insisto, no entraña novedad. ¿Le dice algo a los médicos, que el ministro de salud es un militar, ni siquiera un médico asimilado?

Lo que sí parece novedoso -o por lo menos ya parecía algo olvidado- es la práctica de la igualación por debajo, la de quebrar la dignidad profesional, la de colectivizar el interés y el premio, la de volverlo todo masa. Es como si en esta guerra de cuarta generación, se cambia la muerte física por muerte moral, pero a una escala que tiene dimensiones de limpieza étnica, aunque simbólica. El nuevo titular del Ministerio de Cultura es episódico, en este contexto: una muestra más del desprecio que esta administración profesa con fervor, por este sector de la vida nacional, sólo parangonable con el desprecio que este gobierno tiene por la vida en todas sus manifestaciones.

De allí que las palabras del maestro Fernando Gómez, en la celebración del día nacional del teatro, el pasado sábado 28 de junio, tengan tanta resonancia. Las transcribo en su materialidad y les cedo espacio -y con ellas los dejaré- no sin antes señalarles que esta hora nacional es la hora de quieres intenten reconstruir la institucionalidad, deshecha por tanta barbarie, y los gremios tienen mucho que hacer en este cometido. Lo que pasó con el Colegio Nacional de Periodistas tiene que ser una clarinada para los demás gremios de este país, y muy especialmente para el sector cultura, adormecido, adocenado y mancillado por un gobierno que se ha cansado de nombrar comisarios políticos para sojuzgar la libre creación, que ha invertido ingentes recursos en producir un realismo propio con el cual instaurar el mal gusto como política estética; que ha negado la vocación de modernidad del arte venezolano en todas sus manifestaciones, y ha establecido el atavismo, la revisión -y reescritura- de la historia como modus operandi de una operación mafiosa a gran escala. No sólo es El ascenso prescindible de Arturo Ui (Brecht) es que ha habido Rebelión en la granja (Orwell) y mandan los cerdos. Algo tienen que hacer los hombres y mujeres de los museos, los teatros y las bibliotecas por recuperar su dignidad. Y ese algo pasa por reivindicar su derecho a la organización sindical y gremial, conculcado por las prácticas del anterior ministro, el arquitecto, y mal defendido por un grupo de funcionarios que creyó en la cogestión, que quizás haya sido sorprendido en su buena fe, pero como dice la conseja, "quien inocentemente peca, inocentemente se condena". Hora de buscar representantes que tengan más habilidad política y más sentido del honor.

Los dejo con las sabias palabras del maestro Fernando Gómez.

DISCURSO DEL MAESTRO FERNANDO GÓMEZ, PREMIO NACIONAL DE TEATRO 1987, CON MOTIVO DE LA ENTREGA DE LA PRIMERA EDICIÓN DEL PREMIO DE LA FUNDACIÓN FERNANDO GÓMEZ el día sábado, 28 de Junio de 2008, Día Nacional del Teatro.

Señoras y señores. Jóvenes todos. Estamos celebrando hoy, el anual día nacional del teatro venezolano. Se me ha encomendado, muy deferentemente, aprovechar este sagrado momento, para hacer entrega de los dos premios que la Fundación Fernando Gómez ha concedido en esta, su ocasión inicial. El veredicto rendido por la junta directiva asignó dicho galardón en forma dual a las eminentes figuras de nuestro quehacer escénico, Kiddio España y Gonzalo J. Camacho. Los enormes méritos de ambos, serán dictados en la exposición de motivos que con la lectura del veredicto se darán a conocer.

Me cabe el privilegio, por mis años, de haber convivido desde 1940 las dos interesantes etapas de nuestra historia teatral hasta los días actuales, alcanzando la innegable conclusión que nos muestra la evidencia del progreso alcanzado, aunque ciertas carencias persisten. Para hoy, existe un público multitudinario, pero carencial en cierto sentido. Se han creado numerosos grupos de carácter institucional, algunos excelentes; salas nuevas, aunque la necesidad de un mayor número persiste; aparición de magníficos directores y productores de probada calidad y validez. Las escuelas, donde impartir un buen conocimiento teórico y mejor implemento ético de la profesión. Producción de buenos espectáculos, aunque en determinados casos prepondera la degeneración comercial, lo cual induce, por reflejo condicionado, a la prepotencia del factor material por sobre lo artístico. Esto, con la inevitable consecuencia, de fomentar una crisis en aquella hermosa mística de los viejos tiempos. Un muestrario específico lo constituyen ciertos casos que han exhibido total y reciente resonancia negativa en el ambiente.

Con todo, siempre disfrutamos el goce que nos proporciona esa agradable concurrencia de seres que puestos de acuerdo, intervienen en la hermosa aventura de crear ese mundo que pulula dentro de un recinto al que potencialmente se le ha suprimido su cuarta pared.

Ahora bien, Señoras y Señores. Jóvenes todos.

Los incontables incidentes políticos ocurridos durante estos últimos diez años de nuestra historia, de nuestras vidas, de nuestros destinos, deben y tienen que constituir un constante acicate para recordar y reconstruir, a cada instante, todas y cada una de las insensateces y baladronadas que este régimen nos ha endilgado. Desde el ya famoso "Por ahora", pasando por los "Mea Culpa" con manipulación de crucifijos, llegando al maligno y anarquizante decreto recientemente firmado, publicado en Gaceta Oficial y luego revocado por circunstancias super conocidas. Las teatrales rectificaciones falsas; el asalto voraz, desmedido y hamponil a los dineros del pueblo; el desprecio por la salud y seguridad pública, abandonado el pueblo a su propio dolor y temor; la rebatiña con el tesoro nacional a los múltiples escogidos postores, entre otras tantas, de igual o peor calaña, son las que debemos mantener siempre en la memoria, sin olvidarlas jamás.

Al mismo tiempo, en lo que respecta al movimiento encausado en los que manejan la oposición: es imperativo abandonar las ambigüedades, las ligerezas, el personalismo, el egoísmo, el triunfalismo a ultranza y demás nimiedades. Hay que eliminar ese pasivo estado contemplativo expectante que constituye un suicidio colectivo. Ha llegado el momento de llamar las cosas por sus propios nombres y apellidos. Esa apolillada exhuberancia de escrúpulos, agarrota. Los considerandos melindrosos tipo "No es el momento adecuado", "No es el propósito de esta reunión", "Se debe emplear el lenguaje analítico necesario", paralizan y, en cierta medida, le traducen al gobierno que la táctica impositiva del miedo y el terror, mediante la amenaza de las bayonetas, ha surtido buen efecto.

Por eso, y por otras consideraciones, sin mancillar los nobles moldes de la decencia, voy a tratar, en la medida de mis posibilidades, de evidenciar lo que está ocurriendo en contra de nuestra cultura, en contra de nuestro teatro, contra todas las artes, contra todos los hombres y mujeres que gestan y luchan en ellos, contra nuestra Venezuela, en fin, víctimas todos de los constantes golpes salvajes de autoridad.

Bien sabemos que históricamente el proceso cultural en nuestro país nunca ha sido estructurado y conducido en forma sistemática y especialmente concebido por parte de todos los gobiernos. Esta es una innegable realidad. Pero también es una innegable realidad, el que nunca, jamás, ningún gobierno del pasado, ha esgrimido esa amenazante y criminal espada de Damocles, tan retrógada, como la que actualmente se esgrime en contra de la cultura.

Por eso, considero mi deber como hombre de teatro, como ser pensante y ejecutante, respaldado y autorizado por mis 92 años, el exigir y reiterar, especialmente a los jóvenes, y a toda Venezuela, el no cejar ni ceder ni conceder ningún atisbo de credibilidad a este ente político, que cuando ensaya cualquiera de sus rectificaciones a sus múltiples e incontables crasos errores, sólo lo hace en persecución de ganar el tiempo que necesita para continuar maniobrando en sus siniestros propósitos, conduciéndonos al abismo con su canto de sirenas.

Este homenaje que hoy estamos rindiendo a nuestro amado teatro en su día nacional, es una respuesta concreta con lo que sentimos, ya que estamos totalmente convencidos, con el respaldo de todos los que me oyen, que el teatro constituye el centro de convergencia de todas las demás manifestaciones artísticas de la cultura: la literatura, con sus geniales cultores de la infinita dramaturgia; las artes plásticas, con sus notables realizadores escenográficos y vestuaristas; la música, con su total e imprescindible apoyo; el ballet, la danza, la ópera, todos obvios en su mención, tienen y tendrán, por siempre, sede propia, en el proscenio de un teatro.

Por consiguiente, todos los riesgos que cualquiera de esas inclinaciones culturales sufra, ha de sufrirlas el teatro, al que, en su día, debemos ofrendarle su defensa y protección, en todo momento, contra cualquier agresión o ataque, porque, debo repetirlo, cuando la cultura de los pueblos es mancillada o maltratada, consecuencialmente el teatro es la primera víctima. Harto sabido es que la cultura es el alimento espiritual de los pueblos. Entonces, nada más adecuado es que ese alimento sea suprimido por este movimiento político hambreador.

Una buena nueva nos enteró hace pocos días de la remoción de su cargo al ministro de cultura. Buena por el hecho en sí, pero desasistida de mayor optimismo por nuestra opinión. Inicialmente habíamos planificado exigir al nuevo titular adecuarse a las aspiraciones que mantenemos los que soñamos con la aplicación de prácticas democráticas en su despliegue ministerial. Pero el gozo se nos fue al pozo. Las declaraciones rendidas en sus oportunidad, como lo transcribe el diario "El Nacional", de fecha 20 de Junio del presente año, son totalmente decepcionantes. La jerigonza repetitiva del decálogo revolucionario socialista no se hizo esperar. Entre otras la siguiente: "El rumbo socialista supone que el pueblo tome el poder y que haga un trabajo donde el colectivismo se imponga sobre el individualismo".

Para el criterio revolucionario concluimos en que el "colectivo" estaría representado por ellos y el "individualismo" por nosotros.
No hay que hacer esperar la resonancia de nuestra respuesta: todos de pie, en defensa de nuestra cultura, en defensa de nuestro teatro. En definitiva, en defensa de nuestra colectividad que está formada de magníficas individualidades.

Fernando Gómez.
Caracas, Venezuela.
Sábado 28 de Junio, 2008.
Fotografías: